jueves, 23 de julio de 2015

Junio 2014. Momento de tomar decisiones.

Ese mismo día que nos dieron la noticia de la cancelación de la transferencia por ausencia de embriones y nos dijeron con muy poco tacto que deberíamos optar por la donación de gametos, estuvimos hablando del tema. 

Fue una tarde dura para los dos. Papiguerrero se sentía culpable de no poderme dar lo que yo más deseaba, ya que en la llamada telefónica que recibí por la mañana me adelantaron que probablemente era el gameto masculino el que "fallaba", hasta plantearme no seguir juntos, ya que sabía lo importante que es para mí ser madre. 

Por supuesto, que yo no estaba dispuesta a renunciar a papiguerrero, era una locura, había que calmarse y tomar decisiones, pero no por separado. Debíamos estar más unidos que nunca. 

Yo no quería pensar que era culpa de ninguno, estábamos juntos en esto y si no podía ser, no era culpa de nadie, era nuestro destino. Hablamos de donación de embriones, renunciando a los genes de los dos, o incluso de adopción, nacional o internacional. Todas estas ideas formaban un laberinto en nuestras cabezas y no es algo que puedas decidir en una tarde. Estábamos destrozados, no sabíamos cual podía ser el siguiente paso, pero ninguno de los dos nos queríamos rendir ni renunciar a nuestros genes, así, a la primera de cambio. 

Estábamos dispuestos a plantearnos nuestro futuro sin hijos, pero yo era consciente que no sabía si lo iba a poder superar o no. De todas formas, eran ideas que surgían día tras día, conversación tras conversación, prácticamente durante todo el tiempo que estábamos juntos. 

Decidimos esperar a las explicaciones de la doctora en la consulta y después acudiríamos a otra clínica para pedir una segunda opinión, llevando todas nuestras pruebas y resultados de todos los tratamientos anteriores. Con las dos opiniones, actuaríamos en consecuencia. 

Así, llegó el día de la consulta con una de nuestras doctoras habituales. Nos explicó un poco lo mismo que la embrióloga por teléfono. Que los embriones parecían pararse a partir del cuarto día y los estudios dicen que a partir de ese día es cuando el factor masculino tiene más "peso". Por tanto, llegan a la conclusión que el gameto masculino es el que hay que cambiar. Para averiguarlo, nos sugieren que papiguerrero se haga una prueba llamada FISH, para comprobar el ADN de los espermatozoides y asegurarnos que no tienen ninguna anomalía cromosómica, aunque todo apunta a que ese es el problema. 

Entonces, nosotros vemos una luz al final del túnel. Si esa prueba sale bien, podríamos seguir intentándolo con nuestros gametos. Pero la doctora nos corrige, asegurándonos que si el FISH sale correcto, el problema es de mis óvulos, a pesar de haber comenzado explicándonos que todo apunta a que los espermatozoides son el problema. La doctora no duda en comunicarnos que la naturaleza es muy sabia y que con nuestros gametos, si algún día consiguiéramos embarazo, no llegaría a término y si llegara, por alguna extraña razón, nuestro bebé tendría anomalías cromosómicas. 

No nos daban una salida. Insistían en la donación de gametos, de uno o incluso de los dos, para tener más posibilidades de embarazo. Con dos gametos sanos, nos aseguramos que haya embarazo. 

Malditos protocolos. Con cuatro fallos, donación. Eso marcan sus tablas, sus protocolos, y eso es lo que nos ofrecen. De todas formas, la última decisión es nuestra. 

Salimos un poco indignados, parecía que iba cambiando la versión según le hacíamos preguntas. Ahora sí, habíamos perdido la confianza en nuestra clínica. Todo nos parecía mal y así no podíamos seguir. 

Decidimos llamar a otra clínica, una que jugara en Champions, como decía papiguerrero. Nuestro caso no es un caso fácil y necesitamos a los mejores. Pedimos cita para una primera consulta. 

Era el momento de empezar de nuevo. De cambiar cosas. Cambiamos de clínica, cambiamos la actitud, volviéndonos de nuevo positivos, incluso cambiamos la carpeta donde guardábamos todos los papeles de la clínica. Había que empezar de cero. 

Acudimos a la clínica de Champions. Ya al entrar todo era distinto, todo facilidades, buenas caras, incluso parking privado gratuito para los clientes. Esto parecerá una tontería, pero cuando tienes que salir del trabajo tres días por semana, con la hora justa para acudir a una cita o analítica, poder aparcar en la puerta te ahorra mucho estrés adicional. 

Nos atiende una doctora que no es muy habladora pero es amable. Se pasa un rato ojeando nuestros papeles, que ya eran muchos. Pruebas, análisis, estimulaciones, transferencias. 
Tras un tiempo de revisión de papeleo, angustioso para nosotros, que solo nos fijábamos en las caras que ponía la doctora, intentando deducir prematuramente el diagnóstico, comienza a hablar con nosotros. 

No nos dijo nada nuevo. Todo lo que nos habían hecho en la otra clínica era correcto y era lo que marcaban los protocolos, esos que tanto odiábamos. Nos anima a realizarnos una ICSI más, con nuestros gametos. Y nos dice unas palabras que para nosotros, son muy alentadoras. "Nosotros confiamos en nuestro personal, en nuestras máquinas, nuestras incubadoras y nuestros embriólogos, vamos a intentarlo una vez más, y si no, ya vemos otras opciones". 

Nos agarramos a esas palabras. Además, nos recomienda hacernos más pruebas. A papiguerrero le manda al andrólogo, por fin! y a mí, a la inmunóloga. Ahora pensamos que aquí estaba la clave. 

Salimos con más papeles y pruebas por realizar, pero muy contentos, ahora sí estábamos acotando el problema. Pedimos cita con la inmunóloga y el andrólogo y nos volvemos a casa, más tranquilos. Pasaremos el verano y a la vuelta, con más fuerza lo volveremos a intentar. 

Os dejo para la siguiente entrada nuestra experiencia con la inmunóloga y el andrólogo. Mientras tanto, gracias por seguir ahí. 




jueves, 16 de julio de 2015

Junio de 2014. Los peores momentos.

Como ya os conté en la entrada anterior, obtuvimos 18 ovocitos en la última punción. Al día siguiente, como las otras veces, me llamaron para informarnos del número de ovocitos que habíamos obtenidos. Fueron inseminados 12 de los 18 ovocitos, obteniéndose 10 embriones a día +1. 


Cada día, nos llamaban para comunicarnos cuántos de estos diez embriones seguían adelante. Era una prueba dura para ellos. Tenían que demostrar que eran fuertes para sobrevivir hasta 5 días fuera del útero y nueve meses dentro de él. Realmente, si te paras a pensar, es cuestión de seguir el ciclo de la naturaleza humana, y todo tiene que darse por sí solo. Cuántas mujeres se quedan embarazadas, deseándolo o no, y su embarazo sigue adelante sin mayor complicación. 

En una ocasión, una amiga, que tuvo un aborto antes de tener a sus dos hijos me tranquilizaba diciendo, "Mira, una vez un doctor me dijo, en mi embarazo tras el aborto, lo más probable es que si estás embarazada tengas un hijo, es lo que tiene que pasar, no te preocupes". 

Y es cierto, seguramente sea así, y es lo que dicen las estadísticas, esas que empezamos a odiar después de tanto pinchazo y tanto negativo, pero nosotros no nos planteamos eso de que si hay fecundación hay embarazo y si hay embarazo seremos padres. Es muy difícil pensarlo, cuando te llaman cada día diciéndote que alguno de tus embriones se ha parado. 

Así, al día siguiente, día +2, recibimos la misma llamada, era el embriólogo, para informarnos de que nos quedaban 8 embriones viables, los otros 2 se habían parado, pero 8 era una buena cifra. A día +3 se vuelve a repetir la desilusión, dos embriones más han detenido su desarrollo. Tenemos 6 embriones viables, por lo que proceden a realizar cultivo largo de estos embrioncitos hasta el estadío de Blastocisto. 

Ésto era una agonía, íbamos perdiendo la ilusión poco a poco. Las esperanzas que nos daban por teléfono no eran muchas, pero de todas formas, estas llamadas que para nosotros eran nuestra vida, para los embriólogos era el protocolo y su actitud era muy fría. Entendemos que es su trabajo y no se pueden implicar mucho en cada caso, pues les afectaría, pero nos gustaría que tuvieran más delicadeza al dar las noticias. 

Llega el día +4, los 6 embriones siguen evolucionando, nuestras esperanzas vuelven a resurgir. No podemos perder la ilusión, y 6 embriones es un buen número. 

El día +5, nos vuelven a llamar, esa llamada que esperábamos cada día con ansiedad. Recuerdo que íbamos los dos en el coche y el biólogo me dice lo que no nos hubiera gustado escuchar nunca. De los 6 embriones, 5 han detenido su desarrollo y están degenerando, por lo que se descartan. Queda un sexto embrión que va despacito, su evolución es lenta, por lo que lo mantendrán en cultivo 24h más, pero nos debemos hacer a la idea que no va a salir adelante, porque no tiene muy buena pinta. Por tanto, a la espera de la llamada del día siguiente, debemos pensar en que se cancela la transferencia. Nuestros 10 embriones iniciales no se desarrollan. 

Aún se me saltan las lágrimas recordando el momento. ¿Qué nos pasa? ¿Por qué no somos capaces de obtener unos embriones viables?  

Pasamos un mal día, esperando la llamada del día siguiente, en la que nos informarían del estado de nuestro embrión. Nuestra única esperanza. 

Llega el lunes, hoy es un día crucial. Vamos a trabajar, como cualquier día, nuestras vidas siguen, aunque por dentro nos estemos deshaciendo poco a poco, aunque nuestros corazones estén hechos añicos, hay que llegar a la oficina y poner nuestra mejor cara. 

Ya avanzada la mañana, recibo la llamada de la clínica. Pensé que lo que nos habían dicho el día anterior me había hecho daño, pero no tenía ni idea de lo que se nos venía encima. 

Nuestro último embrión no ha seguido evolucionando, no es viable. 

Sin mucho tacto, me dice que vayamos pensando en donación de gametos, probablemente masculino, porque los nuestros no valen. Así, sin más. Me quedé hecha polvo, no supe ni reaccionar. Ésto no entra en nuestros planes. Ya comenté la barrera psicológica que tenemos y no somos capaces de pasar por un duelo genético. 

Llamé a papiguerrero y se lo conté. Supongo cómo le afectó, solo con verle la cara cuando nos vimos por la tarde en casa. Pero os seguiré contando en la siguiente entrada. 






lunes, 13 de julio de 2015

Junio de 2014. Tercera estimulación ovárica.

Llega el momento de intentarlo de nuevo, de comprobar si nuestros embriones serán capaces de llegar a blastocitos en laboratorio y así tener más posibilidades de sobrevivir dentro del útero. Es una prueba complicada psicológicamente, pero tenemos que intentarlo, no nos quedan muchas más opciones, hay que aguantar.... 

El ciclo de estimulación fue más o menos el mismo que las dos veces anteriores, pero era una carga acumulada de hormonas, que aunque dejamos pasar uno o dos meses entre estimulaciones, van haciendo mella en mi cuerpo. Se está resintiendo. 

Comenzamos la estimulación el 5 de junio, y acudía a menudo a consulta para realizar los controles foliculares y realizarme las analíticas de estradiol para comprobar que no existiera síndrome de hiperestimulación. El día 12, me acosté con un dolor en el pie izquierdo, como de cansancio, pero no le di importancia. Estaba empezando el calor y posiblemente sería del cansancio acumulado durante el día. Al día siguiente tenía consulta en la clínica para realizarme uno de mis controles, asi que, como me levanté con un dolor mayor en la pierna izquierda, se lo comenté. 

Ya me había informado de la posibilidad de trombosis por las altas dosis de hormonas, (como puede pasar con los anticonceptivos, pero nunca imaginé que me pasara, si había estado diez años tomando anticonceptivos sin descanso, para poder regular mis problemas hormonales y no me había pasado nada). 

La doctora no me miró mucho, aunque pensé que tampoco era su cometido. Me dijo que si el dolor subía de la rodilla, o aumentaba, me fuera inmediatamente a urgencias porque podía ser una trombosis. Pero yo no sabía cuando era el momento de ir a urgencias, ¿cuánto me tenía que doler para acudir?

Tras la consulta, me fui a trabajar, y estuve todo el día por ahí, porque la noche anterior nació mi sobrino y quería conocerle. Cuandlo llegué por la noche a casa, el dolor había aumentado, así que, me tumbe, con las piernas en alto, pero eso hacía que el dolor avanzara hasta la rodilla, asi que, a la noche, sobre las doce, tras ver como eliminaban a España del mundial, y después de dudar un buen rato, decidimos ir a urgencias a que me vieran. 

En este caso, no hice caso a papiguerrero, que quiso ir a urgencias de la Seguridad Social, pero yo pensé que no tenía importancia lo que me pasaba y mejor ir por Adeslas, y salir en media hora que pasarnos toda la noche en la sala de espera de urgencias del hospital público. Otro error. 

Fuimos a una clínica de adeslas y me atendió una doctora muy amable que me dijo que ella estaba allí para atender constipados y poco más, que por lo que le contaba, sí podía ser una trombosis, pero si era profunda, a simple vista no se puede saber y ella allí no tenía los medios para hacerme una eco doppler que era la única forma que existe de confirma la trombosis. Así que me redacta un informe para que lo lleve a otra clínica cercana, que al ser hospital, (también de Adeslas) me puedan hacer la doppler y confirmar o descartar la trombosis. 

Salimos de allí y acudimos al Hospital al que nos mandó la doctora. Yo ya no podía apenas apoyar el pie del dolor que tenía. Me hacen una analítica nada más llegar y enseguida me atiende el doctor. Un joven bastante pasota que de malas formas me dijo que el pie me dolía porque me apretaba el calcetín, que él no creía conveniente hacerme una doppler y no me la iba a hacer y lo que tenía que hacer era irme a casa a descansar porque lo que me pasaba es que estaba cansada. Que si nosotros nos quedábamos tranquilos, él me pinchaba una buena dosis de heparina y para casa, pero no lo veía necesario, que no entendía qué hacíamos allí, porque ya era hora de irse a casa y dejar de estar dando vueltas por la calle. Eso sí, que si nos quedábamos más tranquilos, me diera masajes con trombocid. 

Nos quedamos alucinados, y con las mismas, nos fuimos a casa. Lógicamente, tuve que escuchar a papiguerrero decirme que esto en la Seguridad Social no nos hubiera pasado y me hubieran hecho todas las pruebas habidas y por haber y el pobre tenía razón. 

Ya en casa, papiguerrero me dio unos masajes con trombocid, me colocó unos cojines para que durmiera con la pierna en alto y a la cama. Pasé una noche fatal, y el sábado tumbada todo el día en reposo. Parece que así, el dolor remitió un poco aunque aún el lunes fui a trabajar con algo de dolor y según avanzaba el día, iba en aumento. 

El dolor se fue pasando con el paso de los días, y nos quedamos con la duda de si aquello fue un trombo o no. Continuamos con las inyecciones de la estimulación hasta el día que nos indicaron para la extracción de los ovocitos. 

La punción fue el día 17 de junio y el protocolo fue el mismo. Me despedí de papiguerrero en recepción y en un rato nos volvimos a encontrar, ya con la noticia que se habían recuperado 18 ovocitos. Sólo quedaba esperar cuántos de estos ovocitos iban a poder ser inseminados y cuantos sobrevivirían, pero ésto os lo cuento en la siguiente entrada. 

Mientras tanto, muchas gracias por seguir ahí. 

jueves, 9 de julio de 2015

Abril de 2014. Pruebas de fallos de implantación.

Tras el tercer negativo consecutivo, acudimos a la consulta para que nos explicaran los posibles motivos y nos informaran de las posibilidades que teníamos de conseguir embarazo. Nuestros ánimos iban cayendo pero no queríamos perder la esperanza. 

Iban pasando los meses y no obteníamos los resultados deseados, así que entramos a la consulta de la doctora con miedo, pensando que nos podría decir cosas que no queríamos oir. 

Nos explicó muy amablemente que después de tres negativos se empezaba a pensar que no había sido mala suerte, sino que podía haber algo más. Nos explica que los embriones se paran y parece ser que es por la mala calidad de los gametos, pero aún así, en esta ocasión, obtuvimos un embrión de calidad A, lo que ellos denominan "muy bueno" y con muchas posibilidades de implantación. 

Por tanto, nos recomienda que me haga las pruebas de coagulación y genéticas que corresponden al protocolo en este caso. Se realizan cuando existen abortos de repetición o fallos de implantación. Como en nuestro caso, no lo recomiendan hasta que tienes tres abortos o tres negativos seguidos. 

En el caso de papiguerrero, no hay nada más que hacer que seguir con los complejos vitamínicos y cuidándose con dieta sana. 

Así que, me da los papeles con todas las pruebas, que consisten en unos análisis genéticos para comprobar diversas mutaciones con unos nombres que no soy capaz de reproducir. Estos análisis, por supuesto, no los cubre ni la Seguridad Social ni Adeslas, así que nos tenemos que buscar la vida en un laboratorio y pagarlos. El coste real de todos alcanza casi los 1000 euros, pero pensamos que merece la pena. 
(Tengo que dar las gracias a quien consiguió hacerme los análisis). 

Salimos de la consulta un poco indignados. Sabemos que son los protocolos que se siguen y que no son partidarios de matar moscas a cañonazos, pero nos hubiera gustado que nos hubieran informado antes de todas estas pruebas y nos hubieran dado la opción de elegir si queríamos hacerlas antes de empezar con los tratamientos o después del primer o segundo negativo. ¿Y si ahí estuviera el error? ¿Hemos pasado por tanto sufrimiento por no hacernos unas analíticas?

Bueno, no hay marcha atrás, después de nuestra pequeña indignación, nos ponemos en marcha para poder hacerme estas pruebas cuanto antes y salir de dudas. En estos casos, no sabes si es mejor que te digan que sí tienes una de estas mutaciones genéticas que impiden la implantación del embrión o que tienes todo perfecto. Necesitábamos una respuesta a tanto negativo, y quizá aquí la podíamos encontrar. 

Me hago los análisis, y salen todos correctos, excepto uno, que dice que tengo una mutación  de un gen, que no me acuerdo ni del nombre. La amiga que me hizo los análisis me dice que no me preocupe, que están todos bien, que esa mutación la tiene mucha gente y no es relevante para conseguir embarazo. 

Cuando consigo reunir todos los resultados, acudimos de nuevo a la consulta y nos vuelven a decir lo mismo, que no hay problema de coagulación y podemos seguir. Nos empiezan a hablar ya de donación, muy por encima, pero lo mencionan. Hablan que por mis ovarios poliquísticos y mi respuesta a la medicación, no se obtienen óvulos de muy buena calidad y que el gameto masculino tampoco tiene buena calidad. Que vayamos pensando que quizá sea ese el problema y la solución puede ser cambiar los gametos. Nos lo comentan rápidamente, sin ahondar mucho en el tema, porque nos animan a intentarlo de nuevo, pero esta vez, llevar los embriones a blastocitos, es decir, dejarlos en laboratorio 5 días en lugar de 2 o 3, como en las transferencias anteriores, y así observar el comportamiento de los mismos, y poder averiguar el motivo por el que se paran. 

Nos habla también de intentar mantener la dosis de puregón durante el ciclo de estimulación, porque es posible que la calidad de los óvulos empeoren al cambiar la dosis de unos días a otros. Y sobre todo, controlar que no haya síndrome de hiperestimulación. 

Salimos de la consulta, un poco desconcertados, pero confiamos en la posibilidad de que algún embrión llegue a blasto y así, tiene más posibilidades de quedarse con nosotros, una vez realizada la transferencia. Aún así, como yo sigo leyendo en foros, y webs de clínicas, sobre las distintas técnicas, me sorprende que no se planteen que papiguerrero acuda al andrólogo para que vea el motivo de su poca producción. Sé que es posible realizar una biopsia, en caso de conductos obstruidos y otro tipo de pruebas, pero ni siquiera le mencionan realizarse una ecografía para poder conocer el origen del problema y saber si es o no reversible. 

Hablamos de confiar de nuevo en los profesionales y decidimos realizar otro ciclo en la clínica, que ya conocen nuestra historia y aunque nos tienen un poco desconcertados y estamos perdiendo la confianza, seguimos luchando. No nos queda otra si queremos conseguir nuestro sueño. 

Mencionamos el tema donante, pero los dos tenemos una barrera genética que nos hace no plantearnos esa opción. Sabemos que la opción está ahí, y ójala no tuviéramos esta barrera de la que hablo, pero es un problema nuestro, no de la sociedad ni de nuestro entorno, sólo nuestro. Supongo que pensamos que es pronto para plantearlo y queremos luchar por nuestros genes un poquito más. Pero, ¿hasta cuándo? ¿Cuál es el momento de parar? 

Surgen muchas dudas a las que deberíamos dar respuesta pero en el fondo, no queremos, queremos seguir luchando y queremos pensar que ésta si o sí, será la buena. No hemos sido tan malos en nuestras vidas para que no se nos conceda nuestro deseo. 

Así que, entre las pruebas genéticas, los resultados y la consulta, comenzamos el tercer ciclo de estimulación en el mes de junio de 2014, camino de lo que sería nuestra cuarta transferencia de embriones, pero ésto lo dejo para otra entrada. 

Gracias por seguir ahí. 

miércoles, 8 de julio de 2015

25 de Marzo de 2014. Tercera transferencia de embriones.

Llegó el día de nuestra tercera transferencia. Sabíamos que teníamos 3 embriones esperándonos, aunque no nos habían informado muy bien de la calidad de los mismos. Ésto no se si es bueno o malo. Si tienes demasiada información, te sugestionas y si no tienes información, también, así que, nunca sabes que es lo mejor. 

Nos llaman para realizar la transferencia. Ya teníamos experiencia, así que el tema de llevar la vejiga llena lo iba controlando, aunque entre la preparación y el tiempo de reposo de después de la transferencia, siempre acababa con prisas para ir al baño. 

Cuando entramos, nos dice la doctora que de los tres embriones que teníamos, uno se ha parado, así que no nos quedará ninguno para vitrificar. Y de los dos que me van a transferir, uno es de calidad A y otro de calidad C. (Ésto, como las veces anteriores, lo descubriríamos más tarde, el día del análisis que era cuando me daban el informe). 

Bueno, seamos positivos, no seríamos los primeros que consiguen un embarazo con un embrión de calidad C, y además, tiene un hermano de calidad A que seguro que le ayuda y se quedan los dos con nosotros. 

Empezábamos a tener nuestras supersticiones. Tales como cambiar la hora de la consulta, o que la transferencia la hiciera una doctora distinta, no aparcar en la misma calle que aparcamos el día que nos dieron malas noticias. Todas estas cosas empezaban a hacer mella en nuestras mentes agotadas de tanto estrés y sufrimiento. A la tercera va la vencida. Además, teníamos las estadísticas a nuestro favor. Nos hablaban de más de un 95% de posibilidades de embarazo al cabo de tres transferencias. Y además, nosotros llevábamos dos embriones en cada una de ellas. Si con 6 embriones no conseguíamos embarazo, muy mal se nos tenía que dar. 

Seguíamos siendo positivos. No voy a negar que teníamos nuestros malos momentos, nuestros días de bajón, de nerviosismo, pero no queríamos que ésto nos pudiera. Si no salía bien, habría que seguir luchando. 

Nos dan las pautas para las dos semanas siguientes de betaespera, que ya conocíamos, y la cita para la analítica en la que comprobaríamos si se había dado o no el embarazo. 

Durante la betaespera, como siempre, progesterona, y aunque no quisiera, buscaba algún síntoma, alguna señal que me dijera que algo era distinto que las dos veces anteriores. Pero no era así, o sí, no lo sé. No hay nada que pueda sacarte de la duda en esos 15 días. Los síntomas que producen las hormonas y la progesterona parece ser que son los mismos que los de embarazo, asi que, no servía de nada seguir buscando. 

Mientras, pasamos los días con paseos, charlas de pareja, empezamos a plantearnos que haríamos si es negativo, y si fuera positivo. Y si vinieran mellizos... Papiguerrero tenía miedo de que yo me pusiera triste si sólo  me quedara embarazada de un embrión y no de mellizos, que por un lado, era lo que deseábamos, para poder olvidarnos de los tratamientos para siempre. Hablar, hablar, y mucho hablar. Eso nos mantenía unidos en la lucha. Saber como está pasando el otro por esta situación, lo que siente. Lo que piensa, cuáles son sus expectativas. Hemos aprendido mucho de todo esto, pero sobre todo, la comunicación de la pareja, saber entender al otro y aprender a mirar juntos hacia el mismo camino. Esto es muy importante para seguir adelante. Hemos vivido situaciones que nos han puesto al límite, y damos gracias que hemos podido superarlas. 

Llegó el día antes de la beta, y como las veces anteriores, me hice en casa un test de embarazo, para no pasar la mañana de la beta nerviosa en el trabajo hasta recibir la llamada con el resultado. Prefería estar en casa, con papiguerrero junto a mí, y recibir la noticia los dos a la vez, fuera cual fuera, y aún siendo conscientes que podría darnos negativo el test casero y positivo el de sangre. Pero ójala hubiera sido así. Otro negativo. Blanco nuclear. No aparecía la segunda rayita ni imaginándola. Otra decepción. 

Al día siguiente, el análisis de la beta dio negativo. Bueno, ya lo sabíamos, aunque duele. Duele mucho, empezamos a contar el número de embriones que se habían quedado por el camino y no encontramos explicación. Nuestra preocupación va en aumento, algo más nos está pasando y no lo hemos descubierto todavía. 

Pasamos unos días bastante malos. Es el duelo que ya conocemos, el duelo que hay que superar antes de levantar la cabeza de nuevo y seguir luchando por nuestro sueño. 

Y con fuerza, acudimos a la cita con la doctora para que nos explique lo que está pasando, pero esto, os lo cuento en la siguiente entrada. 

Mientras tanto, muchas gracias por seguir leyéndome. 


miércoles, 17 de junio de 2015

23 de marzo de 2014. Segunda punción.

El 23 de marzo llegamos a la clínica mucho más tranquilos que la primera vez, ya sabíamos lo que nos esperaba, así que, sólo nos quedaba sentarnos en la sala de espera y que llegara el momento de entrar en quirófano. El protocolo era el mismo, aunque esta vez íbamos con más positivismo, porque no me habían cancelado la transferencia por síndrome de hiperestimulación, por lo que, si todo iba bien, tendría mis embrioncitos conmigo en dos o tres días. 
Llegó la hora, papiguerrero me acompañó como la primera vez hasta la recepción del quirófano, donde nos despedimos. Yo me tenía que preparar para entrar al quirófano y él tenía que ir a dejar su muestra. En un ratito, una hora más o menos, volveríamos a vernos. 

Cuando entré en quirófano, recuerdo que la doctora que me iba a realizar la extracción era una de las que me habían atendido en consulta, asi que parece que da más confianza. Me sedan y a dormir un ratito. Como siempre, despierto diciendo alguna chorrada que no viene a cuento, por efecto de la anestesia, y me llevan a la habitación, donde me ayudan a sentarme en el silloncito, para que termine de despertarme. 
Pregunto qué tal ha ido, pero no me dicen nada. Aún tienen que valorar el número de ovocitos maduros. En breve me informarán. Mientras, yo sola, en el silloncito, medio adormilada, tomándome un zumo de piña que me había traído la enfermera, deseando reencontrarme con papiguerrero. Me hubiera gustado que estuviera esperando en aquella habitación, cuando yo llegase del quirófano, pero no era posible. El protocolo de la clínica no lo permitía. 

Antes de irme, la enfermera me entrega un informe en el que me indican las pautas a seguir hasta el día de la transferencia, y me dice, de palabra, que se han obtenido 10 ovocitos maduros. Ahora hay que esperar al día siguiente para saber cuantos de estos ovocitos han logrado ser fecundados. 

Empieza la agonía, uno de los peores momentos de cada ciclo, la espera hasta saber el número de embriones que son viables. 

Así que, con esta información, salgo para reencontrarme con papiguerrero, que ansioso me está esperando en recepción, deseando saber que todo está bien y conocer el número de ovocitos extraídos. 

Después de la punción, nos vamos a desayunar, como marca la tradición, y luego, a casa a descansar. Nos quedan unos días de angustia y muy duros psicológicamente hablando. 

Al día siguiente, me llama uno de los embriólogos y me informa que se han inseminado 7 de los 10 ovocitos maduros que se extrajeron, mediante IMSI y que de los 7, solo se han conseguido 3 embriones. Sólo nos queda esperar la evolución de estos embriones. No me dicen la calidad, pero viendo el informe que nos entregarían posteriormente, veo que iban muy despacito. Nos llevamos una desilusión. Algo pasaba. Se obtenía un buen número de ovocitos y luego sobrevivían pocos embriones. Nos empezamos a preocupar, pero intentamos ser positivos y pensar que con dos, nos vale. 

Me programan la transferencia para el día siguiente. A mí me pareció muy pronto, pero volvimos a confiar en los profesionales, ellos son los que saben. Así que acudimos a los dos días de la punción, al mismo lugar, para que realizaran la transferencia de dos de nuestros tres embriones. 

El día de la transferencia os lo contaré en la siguiente entrada.... 

Mientras tanto, gracias por seguir ahí. 

domingo, 7 de junio de 2015

A por la segunda estimulación. Tercer intento. Marzo de 2014.

En marzo de 2014, comenzamos con el siguiente tratamiento. Como las doctoras nos habían dicho que los dos negativos anteriores probablemente habían sido cuestión de mala suerte, el protocolo fue más o menos el mismo. Lo único que variaba era la dosis de puregón diaria y que en esta ocasión también me administraría procrin. Otra inyección más para guardar en la nevera junto a la mostaza y el limón cortado. 

Antes de comenzar el ciclo, tras el segundo negativo, consultamos a la doctora de turno que si no se podían hacer más pruebas adicionales, y ella muy amablemente nos comentó que esto se basa en estadísticas y que hasta el tercer negativo consecutivo no se considera que puede haber fallos de implantación, así que, no se hace ninguna prueba más. 

Las estadísticas dicen que en el primer intento, tienes entre un 20 y un 30% de posibilidades de conseguir embarazo. En el segundo intento, por acumulación, el porcentaje puede aumentar hasta un 60 o 70% y en el tercer intento las posibilidades pueden llegar hasta un 95-98%. Así, tal cual, nos lo explicó la doctora, así que comenzamos el siguiente ciclo, el que daría lugar a nuestra segunda transferencia, con ilusión, ésta sería la buena. Muy mal se tenía que dar la cosa para que formáramos parte de ese 2% que no lo consigue en tres transferencias seguidas. 

Comenzamos pues, con las inyecciones pertinentes, cada noche, a la misma hora, como en los ciclos anteriores. Siempre en el mismo lugar, el mismo ritual. Ya lo habíamos convertido en una rutina, nos estábamos acostumbrando al dolor, físico y psicológico, que duele mucho más que el físico. En más de una ocasión, nos tuvimos que ir corriendo de alguna cena con amigos, para llegar a casa a tiempo para poner la maldita inyección. En otras ocasiones, con algún amigo que sabía la historia, directamente llegábamos, metíamos la inyección en su nevera, y llegada la hora, el doctor papiguerrero me ponía la inyección para no perder nuestra vida social. Nos negábamos a que ésto ocurriese. 

Ya empezaba a hacer mella el dolor de los negativos. Incluso en algún momento tuve la tentación de no acudir a alguna reunión de amigos porque no quería someterme a los interrogatorios de los demás, interrogatorios que solían hacerme con sus bebés en brazos. 

Recuerdo que en una celebración de una boda, después del segundo negativo, alguien me preguntó "cómo iba lo nuestro". Le respondí que no iba muy bien y que no queríamos hablar del tema, que estábamos de fiesta, intentando pasarlo bien y olvidarnos de todo por un día. Ya no tuvo más conversación conmigo en toda la comida. Y a los cinco minutos, veo que esas mismas personas están preguntando por lo mismo a papiguerrero. Me pareció una falta de respeto, simplemente por el ansia de saber más que el de al lado, por morbo, o por yo que sé. Y más sabiendo que somos unas personas que no hemos ocultado nada y que cuando necesitamos contarlo, lo contamos. 

Así pasaron los días, entre inyecciones, paseos a la clínica para comprobar el tamaño de los múltiples folículos, análisis para controlar el estradiol. Como ya éramos veteranos, yo desde el primer día de inyecciones intentaba tomar mínimo un litro de aquarius, para evitar el síndrome de hiperestimulación, y que en esta ocasión me pudieran hacer la transferencia en fresco, ya que podría ser uno de los motivos por los que perdieron calidad los cuatro embriones anteriores. 

A tres días de la punción, al llegar del trabajo, comienzo a sentir un dolor abdominal muy fuerte. Como de regla, pero multiplicado por diez. (Y eso que mis reglas eran muy dolorosas). No podía estar tumbada, ni de pie, ni sentada. Todo me dolía. Apenas podía andar. Recuerdo que intenté dormir la siesta y no pude. Estaba en casa de mis padres y me fui a mi casa para poder descansar mejor. Llamé a la clínica, les conté lo que me pasaba, que llevaba como 12 días de inyecciones, y con un paracetamol no se me había pasado el dolor. Me dijeron que fuera urgentemente a la clínica si tenía a alguien que me pudiera llevar. 
Llamé a papiguerrero, que salió un poco antes del trabajo y en cuanto llegó, nos fuimos corriendo a la clínica, un poco asustados porque no sabía qué me pasaba. Enseguida me atendieron. Una doctora que no conocíamos me hizo una ecografía. Pensaban que tenía líquido y que eso era lo que me provocaba el dolor, pero nos dijo que no, que todo estaba bien, solo que los ovarios estaban muy grandes, con muchos folículos (habría como unos 20 en cada ovario) y eso me provocaba las molestias. Me recetó ibuprofeno y para casa. 
Pasada una hora, ya se había calmado el dolor un poco, aunque pasé una tarde malísima. Al día siguiente, a trabajar como si nada. 

Pasadas las dos semanas de estimulación, día arriba, día abajo, me programan la punción. Sería para el día 23 de marzo. Nos informan que en esta ocasión harán IMSI y MACS, así que solo nos quedaba esperar el día. Estábamos felices. Había conseguido llegar sin hiperestimulación y no sería necesario vitrificar los embriones, asi que la inyección de ovitrelle que teníamos guardada en la nevera desde la primera estimulación, que no usamos en su momento, no se si afortunada o desafortunadamente, la ibamos a usar ahora. 

Y con todo el protocolo de inyecciones cumplido, conseguimos llegar al día 23 de marzo, día de la punción, que os contaré en otra entrada.