En marzo de 2014, comenzamos con el siguiente tratamiento. Como las doctoras nos habían dicho que los dos negativos anteriores probablemente habían sido cuestión de mala suerte, el protocolo fue más o menos el mismo. Lo único que variaba era la dosis de puregón diaria y que en esta ocasión también me administraría procrin. Otra inyección más para guardar en la nevera junto a la mostaza y el limón cortado.
Antes de comenzar el ciclo, tras el segundo negativo, consultamos a la doctora de turno que si no se podían hacer más pruebas adicionales, y ella muy amablemente nos comentó que esto se basa en estadísticas y que hasta el tercer negativo consecutivo no se considera que puede haber fallos de implantación, así que, no se hace ninguna prueba más.
Las estadísticas dicen que en el primer intento, tienes entre un 20 y un 30% de posibilidades de conseguir embarazo. En el segundo intento, por acumulación, el porcentaje puede aumentar hasta un 60 o 70% y en el tercer intento las posibilidades pueden llegar hasta un 95-98%. Así, tal cual, nos lo explicó la doctora, así que comenzamos el siguiente ciclo, el que daría lugar a nuestra segunda transferencia, con ilusión, ésta sería la buena. Muy mal se tenía que dar la cosa para que formáramos parte de ese 2% que no lo consigue en tres transferencias seguidas.
Comenzamos pues, con las inyecciones pertinentes, cada noche, a la misma hora, como en los ciclos anteriores. Siempre en el mismo lugar, el mismo ritual. Ya lo habíamos convertido en una rutina, nos estábamos acostumbrando al dolor, físico y psicológico, que duele mucho más que el físico. En más de una ocasión, nos tuvimos que ir corriendo de alguna cena con amigos, para llegar a casa a tiempo para poner la maldita inyección. En otras ocasiones, con algún amigo que sabía la historia, directamente llegábamos, metíamos la inyección en su nevera, y llegada la hora, el doctor papiguerrero me ponía la inyección para no perder nuestra vida social. Nos negábamos a que ésto ocurriese.
Ya empezaba a hacer mella el dolor de los negativos. Incluso en algún momento tuve la tentación de no acudir a alguna reunión de amigos porque no quería someterme a los interrogatorios de los demás, interrogatorios que solían hacerme con sus bebés en brazos.
Recuerdo que en una celebración de una boda, después del segundo negativo, alguien me preguntó "cómo iba lo nuestro". Le respondí que no iba muy bien y que no queríamos hablar del tema, que estábamos de fiesta, intentando pasarlo bien y olvidarnos de todo por un día. Ya no tuvo más conversación conmigo en toda la comida. Y a los cinco minutos, veo que esas mismas personas están preguntando por lo mismo a papiguerrero. Me pareció una falta de respeto, simplemente por el ansia de saber más que el de al lado, por morbo, o por yo que sé. Y más sabiendo que somos unas personas que no hemos ocultado nada y que cuando necesitamos contarlo, lo contamos.
Así pasaron los días, entre inyecciones, paseos a la clínica para comprobar el tamaño de los múltiples folículos, análisis para controlar el estradiol. Como ya éramos veteranos, yo desde el primer día de inyecciones intentaba tomar mínimo un litro de aquarius, para evitar el síndrome de hiperestimulación, y que en esta ocasión me pudieran hacer la transferencia en fresco, ya que podría ser uno de los motivos por los que perdieron calidad los cuatro embriones anteriores.
A tres días de la punción, al llegar del trabajo, comienzo a sentir un dolor abdominal muy fuerte. Como de regla, pero multiplicado por diez. (Y eso que mis reglas eran muy dolorosas). No podía estar tumbada, ni de pie, ni sentada. Todo me dolía. Apenas podía andar. Recuerdo que intenté dormir la siesta y no pude. Estaba en casa de mis padres y me fui a mi casa para poder descansar mejor. Llamé a la clínica, les conté lo que me pasaba, que llevaba como 12 días de inyecciones, y con un paracetamol no se me había pasado el dolor. Me dijeron que fuera urgentemente a la clínica si tenía a alguien que me pudiera llevar.
Llamé a papiguerrero, que salió un poco antes del trabajo y en cuanto llegó, nos fuimos corriendo a la clínica, un poco asustados porque no sabía qué me pasaba. Enseguida me atendieron. Una doctora que no conocíamos me hizo una ecografía. Pensaban que tenía líquido y que eso era lo que me provocaba el dolor, pero nos dijo que no, que todo estaba bien, solo que los ovarios estaban muy grandes, con muchos folículos (habría como unos 20 en cada ovario) y eso me provocaba las molestias. Me recetó ibuprofeno y para casa.
Pasada una hora, ya se había calmado el dolor un poco, aunque pasé una tarde malísima. Al día siguiente, a trabajar como si nada.
Pasadas las dos semanas de estimulación, día arriba, día abajo, me programan la punción. Sería para el día 23 de marzo. Nos informan que en esta ocasión harán IMSI y MACS, así que solo nos quedaba esperar el día. Estábamos felices. Había conseguido llegar sin hiperestimulación y no sería necesario vitrificar los embriones, asi que la inyección de ovitrelle que teníamos guardada en la nevera desde la primera estimulación, que no usamos en su momento, no se si afortunada o desafortunadamente, la ibamos a usar ahora.
Y con todo el protocolo de inyecciones cumplido, conseguimos llegar al día 23 de marzo, día de la punción, que os contaré en otra entrada.
Ostras tela debiste pasarlo fatal. Y que cara esa gentuza que va preguntando oye aunque lo hagan sin mala intención. En fin espero la siguiente. Un beso guapa!
ResponderEliminarLa verdad es que para mí, el peor momento del ciclo siempre fue los últimos días de la estimulación, antes de la punción. Pero todo sacrificio era poco. En cuanto a los comentarios y opiniones de la gente, pues te das cuenta quienes son tus verdaderos amigos, quienes te respetan tu dolor y quienes preguntan simplemente por morbo, pero son daños colaterales por los que hay que pasar, cuando lo haces público.
EliminarCuando he leído esta entrada me he visto a mi misma en esas situaciones diciendo que no a cenas de amigos por las dichosas inyecciones. En mi caso, lo sabía muy muy poca gente y la verdad que eso me creaba muchísimo más estrés. Y las preguntas indiscretas en los momentos "no oportunos"....; bueno espero impaciente el resto de tu historia. Besos.
ResponderEliminarNosotros se lo contamos a unos cuantos amigos, no a todos, aunque la mayoría se lo imaginan, es un mundo aún un poco desconocido para el que no está metido en él. Lo que no queríamos era precisamente cargarnos de estrés adicional por no contárselo a alguien. Prometo una entrada en breve...
EliminarBesos