miércoles, 8 de julio de 2015

25 de Marzo de 2014. Tercera transferencia de embriones.

Llegó el día de nuestra tercera transferencia. Sabíamos que teníamos 3 embriones esperándonos, aunque no nos habían informado muy bien de la calidad de los mismos. Ésto no se si es bueno o malo. Si tienes demasiada información, te sugestionas y si no tienes información, también, así que, nunca sabes que es lo mejor. 

Nos llaman para realizar la transferencia. Ya teníamos experiencia, así que el tema de llevar la vejiga llena lo iba controlando, aunque entre la preparación y el tiempo de reposo de después de la transferencia, siempre acababa con prisas para ir al baño. 

Cuando entramos, nos dice la doctora que de los tres embriones que teníamos, uno se ha parado, así que no nos quedará ninguno para vitrificar. Y de los dos que me van a transferir, uno es de calidad A y otro de calidad C. (Ésto, como las veces anteriores, lo descubriríamos más tarde, el día del análisis que era cuando me daban el informe). 

Bueno, seamos positivos, no seríamos los primeros que consiguen un embarazo con un embrión de calidad C, y además, tiene un hermano de calidad A que seguro que le ayuda y se quedan los dos con nosotros. 

Empezábamos a tener nuestras supersticiones. Tales como cambiar la hora de la consulta, o que la transferencia la hiciera una doctora distinta, no aparcar en la misma calle que aparcamos el día que nos dieron malas noticias. Todas estas cosas empezaban a hacer mella en nuestras mentes agotadas de tanto estrés y sufrimiento. A la tercera va la vencida. Además, teníamos las estadísticas a nuestro favor. Nos hablaban de más de un 95% de posibilidades de embarazo al cabo de tres transferencias. Y además, nosotros llevábamos dos embriones en cada una de ellas. Si con 6 embriones no conseguíamos embarazo, muy mal se nos tenía que dar. 

Seguíamos siendo positivos. No voy a negar que teníamos nuestros malos momentos, nuestros días de bajón, de nerviosismo, pero no queríamos que ésto nos pudiera. Si no salía bien, habría que seguir luchando. 

Nos dan las pautas para las dos semanas siguientes de betaespera, que ya conocíamos, y la cita para la analítica en la que comprobaríamos si se había dado o no el embarazo. 

Durante la betaespera, como siempre, progesterona, y aunque no quisiera, buscaba algún síntoma, alguna señal que me dijera que algo era distinto que las dos veces anteriores. Pero no era así, o sí, no lo sé. No hay nada que pueda sacarte de la duda en esos 15 días. Los síntomas que producen las hormonas y la progesterona parece ser que son los mismos que los de embarazo, asi que, no servía de nada seguir buscando. 

Mientras, pasamos los días con paseos, charlas de pareja, empezamos a plantearnos que haríamos si es negativo, y si fuera positivo. Y si vinieran mellizos... Papiguerrero tenía miedo de que yo me pusiera triste si sólo  me quedara embarazada de un embrión y no de mellizos, que por un lado, era lo que deseábamos, para poder olvidarnos de los tratamientos para siempre. Hablar, hablar, y mucho hablar. Eso nos mantenía unidos en la lucha. Saber como está pasando el otro por esta situación, lo que siente. Lo que piensa, cuáles son sus expectativas. Hemos aprendido mucho de todo esto, pero sobre todo, la comunicación de la pareja, saber entender al otro y aprender a mirar juntos hacia el mismo camino. Esto es muy importante para seguir adelante. Hemos vivido situaciones que nos han puesto al límite, y damos gracias que hemos podido superarlas. 

Llegó el día antes de la beta, y como las veces anteriores, me hice en casa un test de embarazo, para no pasar la mañana de la beta nerviosa en el trabajo hasta recibir la llamada con el resultado. Prefería estar en casa, con papiguerrero junto a mí, y recibir la noticia los dos a la vez, fuera cual fuera, y aún siendo conscientes que podría darnos negativo el test casero y positivo el de sangre. Pero ójala hubiera sido así. Otro negativo. Blanco nuclear. No aparecía la segunda rayita ni imaginándola. Otra decepción. 

Al día siguiente, el análisis de la beta dio negativo. Bueno, ya lo sabíamos, aunque duele. Duele mucho, empezamos a contar el número de embriones que se habían quedado por el camino y no encontramos explicación. Nuestra preocupación va en aumento, algo más nos está pasando y no lo hemos descubierto todavía. 

Pasamos unos días bastante malos. Es el duelo que ya conocemos, el duelo que hay que superar antes de levantar la cabeza de nuevo y seguir luchando por nuestro sueño. 

Y con fuerza, acudimos a la cita con la doctora para que nos explique lo que está pasando, pero esto, os lo cuento en la siguiente entrada. 

Mientras tanto, muchas gracias por seguir leyéndome. 


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