jueves, 9 de julio de 2015

Abril de 2014. Pruebas de fallos de implantación.

Tras el tercer negativo consecutivo, acudimos a la consulta para que nos explicaran los posibles motivos y nos informaran de las posibilidades que teníamos de conseguir embarazo. Nuestros ánimos iban cayendo pero no queríamos perder la esperanza. 

Iban pasando los meses y no obteníamos los resultados deseados, así que entramos a la consulta de la doctora con miedo, pensando que nos podría decir cosas que no queríamos oir. 

Nos explicó muy amablemente que después de tres negativos se empezaba a pensar que no había sido mala suerte, sino que podía haber algo más. Nos explica que los embriones se paran y parece ser que es por la mala calidad de los gametos, pero aún así, en esta ocasión, obtuvimos un embrión de calidad A, lo que ellos denominan "muy bueno" y con muchas posibilidades de implantación. 

Por tanto, nos recomienda que me haga las pruebas de coagulación y genéticas que corresponden al protocolo en este caso. Se realizan cuando existen abortos de repetición o fallos de implantación. Como en nuestro caso, no lo recomiendan hasta que tienes tres abortos o tres negativos seguidos. 

En el caso de papiguerrero, no hay nada más que hacer que seguir con los complejos vitamínicos y cuidándose con dieta sana. 

Así que, me da los papeles con todas las pruebas, que consisten en unos análisis genéticos para comprobar diversas mutaciones con unos nombres que no soy capaz de reproducir. Estos análisis, por supuesto, no los cubre ni la Seguridad Social ni Adeslas, así que nos tenemos que buscar la vida en un laboratorio y pagarlos. El coste real de todos alcanza casi los 1000 euros, pero pensamos que merece la pena. 
(Tengo que dar las gracias a quien consiguió hacerme los análisis). 

Salimos de la consulta un poco indignados. Sabemos que son los protocolos que se siguen y que no son partidarios de matar moscas a cañonazos, pero nos hubiera gustado que nos hubieran informado antes de todas estas pruebas y nos hubieran dado la opción de elegir si queríamos hacerlas antes de empezar con los tratamientos o después del primer o segundo negativo. ¿Y si ahí estuviera el error? ¿Hemos pasado por tanto sufrimiento por no hacernos unas analíticas?

Bueno, no hay marcha atrás, después de nuestra pequeña indignación, nos ponemos en marcha para poder hacerme estas pruebas cuanto antes y salir de dudas. En estos casos, no sabes si es mejor que te digan que sí tienes una de estas mutaciones genéticas que impiden la implantación del embrión o que tienes todo perfecto. Necesitábamos una respuesta a tanto negativo, y quizá aquí la podíamos encontrar. 

Me hago los análisis, y salen todos correctos, excepto uno, que dice que tengo una mutación  de un gen, que no me acuerdo ni del nombre. La amiga que me hizo los análisis me dice que no me preocupe, que están todos bien, que esa mutación la tiene mucha gente y no es relevante para conseguir embarazo. 

Cuando consigo reunir todos los resultados, acudimos de nuevo a la consulta y nos vuelven a decir lo mismo, que no hay problema de coagulación y podemos seguir. Nos empiezan a hablar ya de donación, muy por encima, pero lo mencionan. Hablan que por mis ovarios poliquísticos y mi respuesta a la medicación, no se obtienen óvulos de muy buena calidad y que el gameto masculino tampoco tiene buena calidad. Que vayamos pensando que quizá sea ese el problema y la solución puede ser cambiar los gametos. Nos lo comentan rápidamente, sin ahondar mucho en el tema, porque nos animan a intentarlo de nuevo, pero esta vez, llevar los embriones a blastocitos, es decir, dejarlos en laboratorio 5 días en lugar de 2 o 3, como en las transferencias anteriores, y así observar el comportamiento de los mismos, y poder averiguar el motivo por el que se paran. 

Nos habla también de intentar mantener la dosis de puregón durante el ciclo de estimulación, porque es posible que la calidad de los óvulos empeoren al cambiar la dosis de unos días a otros. Y sobre todo, controlar que no haya síndrome de hiperestimulación. 

Salimos de la consulta, un poco desconcertados, pero confiamos en la posibilidad de que algún embrión llegue a blasto y así, tiene más posibilidades de quedarse con nosotros, una vez realizada la transferencia. Aún así, como yo sigo leyendo en foros, y webs de clínicas, sobre las distintas técnicas, me sorprende que no se planteen que papiguerrero acuda al andrólogo para que vea el motivo de su poca producción. Sé que es posible realizar una biopsia, en caso de conductos obstruidos y otro tipo de pruebas, pero ni siquiera le mencionan realizarse una ecografía para poder conocer el origen del problema y saber si es o no reversible. 

Hablamos de confiar de nuevo en los profesionales y decidimos realizar otro ciclo en la clínica, que ya conocen nuestra historia y aunque nos tienen un poco desconcertados y estamos perdiendo la confianza, seguimos luchando. No nos queda otra si queremos conseguir nuestro sueño. 

Mencionamos el tema donante, pero los dos tenemos una barrera genética que nos hace no plantearnos esa opción. Sabemos que la opción está ahí, y ójala no tuviéramos esta barrera de la que hablo, pero es un problema nuestro, no de la sociedad ni de nuestro entorno, sólo nuestro. Supongo que pensamos que es pronto para plantearlo y queremos luchar por nuestros genes un poquito más. Pero, ¿hasta cuándo? ¿Cuál es el momento de parar? 

Surgen muchas dudas a las que deberíamos dar respuesta pero en el fondo, no queremos, queremos seguir luchando y queremos pensar que ésta si o sí, será la buena. No hemos sido tan malos en nuestras vidas para que no se nos conceda nuestro deseo. 

Así que, entre las pruebas genéticas, los resultados y la consulta, comenzamos el tercer ciclo de estimulación en el mes de junio de 2014, camino de lo que sería nuestra cuarta transferencia de embriones, pero ésto lo dejo para otra entrada. 

Gracias por seguir ahí. 

miércoles, 8 de julio de 2015

25 de Marzo de 2014. Tercera transferencia de embriones.

Llegó el día de nuestra tercera transferencia. Sabíamos que teníamos 3 embriones esperándonos, aunque no nos habían informado muy bien de la calidad de los mismos. Ésto no se si es bueno o malo. Si tienes demasiada información, te sugestionas y si no tienes información, también, así que, nunca sabes que es lo mejor. 

Nos llaman para realizar la transferencia. Ya teníamos experiencia, así que el tema de llevar la vejiga llena lo iba controlando, aunque entre la preparación y el tiempo de reposo de después de la transferencia, siempre acababa con prisas para ir al baño. 

Cuando entramos, nos dice la doctora que de los tres embriones que teníamos, uno se ha parado, así que no nos quedará ninguno para vitrificar. Y de los dos que me van a transferir, uno es de calidad A y otro de calidad C. (Ésto, como las veces anteriores, lo descubriríamos más tarde, el día del análisis que era cuando me daban el informe). 

Bueno, seamos positivos, no seríamos los primeros que consiguen un embarazo con un embrión de calidad C, y además, tiene un hermano de calidad A que seguro que le ayuda y se quedan los dos con nosotros. 

Empezábamos a tener nuestras supersticiones. Tales como cambiar la hora de la consulta, o que la transferencia la hiciera una doctora distinta, no aparcar en la misma calle que aparcamos el día que nos dieron malas noticias. Todas estas cosas empezaban a hacer mella en nuestras mentes agotadas de tanto estrés y sufrimiento. A la tercera va la vencida. Además, teníamos las estadísticas a nuestro favor. Nos hablaban de más de un 95% de posibilidades de embarazo al cabo de tres transferencias. Y además, nosotros llevábamos dos embriones en cada una de ellas. Si con 6 embriones no conseguíamos embarazo, muy mal se nos tenía que dar. 

Seguíamos siendo positivos. No voy a negar que teníamos nuestros malos momentos, nuestros días de bajón, de nerviosismo, pero no queríamos que ésto nos pudiera. Si no salía bien, habría que seguir luchando. 

Nos dan las pautas para las dos semanas siguientes de betaespera, que ya conocíamos, y la cita para la analítica en la que comprobaríamos si se había dado o no el embarazo. 

Durante la betaespera, como siempre, progesterona, y aunque no quisiera, buscaba algún síntoma, alguna señal que me dijera que algo era distinto que las dos veces anteriores. Pero no era así, o sí, no lo sé. No hay nada que pueda sacarte de la duda en esos 15 días. Los síntomas que producen las hormonas y la progesterona parece ser que son los mismos que los de embarazo, asi que, no servía de nada seguir buscando. 

Mientras, pasamos los días con paseos, charlas de pareja, empezamos a plantearnos que haríamos si es negativo, y si fuera positivo. Y si vinieran mellizos... Papiguerrero tenía miedo de que yo me pusiera triste si sólo  me quedara embarazada de un embrión y no de mellizos, que por un lado, era lo que deseábamos, para poder olvidarnos de los tratamientos para siempre. Hablar, hablar, y mucho hablar. Eso nos mantenía unidos en la lucha. Saber como está pasando el otro por esta situación, lo que siente. Lo que piensa, cuáles son sus expectativas. Hemos aprendido mucho de todo esto, pero sobre todo, la comunicación de la pareja, saber entender al otro y aprender a mirar juntos hacia el mismo camino. Esto es muy importante para seguir adelante. Hemos vivido situaciones que nos han puesto al límite, y damos gracias que hemos podido superarlas. 

Llegó el día antes de la beta, y como las veces anteriores, me hice en casa un test de embarazo, para no pasar la mañana de la beta nerviosa en el trabajo hasta recibir la llamada con el resultado. Prefería estar en casa, con papiguerrero junto a mí, y recibir la noticia los dos a la vez, fuera cual fuera, y aún siendo conscientes que podría darnos negativo el test casero y positivo el de sangre. Pero ójala hubiera sido así. Otro negativo. Blanco nuclear. No aparecía la segunda rayita ni imaginándola. Otra decepción. 

Al día siguiente, el análisis de la beta dio negativo. Bueno, ya lo sabíamos, aunque duele. Duele mucho, empezamos a contar el número de embriones que se habían quedado por el camino y no encontramos explicación. Nuestra preocupación va en aumento, algo más nos está pasando y no lo hemos descubierto todavía. 

Pasamos unos días bastante malos. Es el duelo que ya conocemos, el duelo que hay que superar antes de levantar la cabeza de nuevo y seguir luchando por nuestro sueño. 

Y con fuerza, acudimos a la cita con la doctora para que nos explique lo que está pasando, pero esto, os lo cuento en la siguiente entrada. 

Mientras tanto, muchas gracias por seguir leyéndome. 


miércoles, 17 de junio de 2015

23 de marzo de 2014. Segunda punción.

El 23 de marzo llegamos a la clínica mucho más tranquilos que la primera vez, ya sabíamos lo que nos esperaba, así que, sólo nos quedaba sentarnos en la sala de espera y que llegara el momento de entrar en quirófano. El protocolo era el mismo, aunque esta vez íbamos con más positivismo, porque no me habían cancelado la transferencia por síndrome de hiperestimulación, por lo que, si todo iba bien, tendría mis embrioncitos conmigo en dos o tres días. 
Llegó la hora, papiguerrero me acompañó como la primera vez hasta la recepción del quirófano, donde nos despedimos. Yo me tenía que preparar para entrar al quirófano y él tenía que ir a dejar su muestra. En un ratito, una hora más o menos, volveríamos a vernos. 

Cuando entré en quirófano, recuerdo que la doctora que me iba a realizar la extracción era una de las que me habían atendido en consulta, asi que parece que da más confianza. Me sedan y a dormir un ratito. Como siempre, despierto diciendo alguna chorrada que no viene a cuento, por efecto de la anestesia, y me llevan a la habitación, donde me ayudan a sentarme en el silloncito, para que termine de despertarme. 
Pregunto qué tal ha ido, pero no me dicen nada. Aún tienen que valorar el número de ovocitos maduros. En breve me informarán. Mientras, yo sola, en el silloncito, medio adormilada, tomándome un zumo de piña que me había traído la enfermera, deseando reencontrarme con papiguerrero. Me hubiera gustado que estuviera esperando en aquella habitación, cuando yo llegase del quirófano, pero no era posible. El protocolo de la clínica no lo permitía. 

Antes de irme, la enfermera me entrega un informe en el que me indican las pautas a seguir hasta el día de la transferencia, y me dice, de palabra, que se han obtenido 10 ovocitos maduros. Ahora hay que esperar al día siguiente para saber cuantos de estos ovocitos han logrado ser fecundados. 

Empieza la agonía, uno de los peores momentos de cada ciclo, la espera hasta saber el número de embriones que son viables. 

Así que, con esta información, salgo para reencontrarme con papiguerrero, que ansioso me está esperando en recepción, deseando saber que todo está bien y conocer el número de ovocitos extraídos. 

Después de la punción, nos vamos a desayunar, como marca la tradición, y luego, a casa a descansar. Nos quedan unos días de angustia y muy duros psicológicamente hablando. 

Al día siguiente, me llama uno de los embriólogos y me informa que se han inseminado 7 de los 10 ovocitos maduros que se extrajeron, mediante IMSI y que de los 7, solo se han conseguido 3 embriones. Sólo nos queda esperar la evolución de estos embriones. No me dicen la calidad, pero viendo el informe que nos entregarían posteriormente, veo que iban muy despacito. Nos llevamos una desilusión. Algo pasaba. Se obtenía un buen número de ovocitos y luego sobrevivían pocos embriones. Nos empezamos a preocupar, pero intentamos ser positivos y pensar que con dos, nos vale. 

Me programan la transferencia para el día siguiente. A mí me pareció muy pronto, pero volvimos a confiar en los profesionales, ellos son los que saben. Así que acudimos a los dos días de la punción, al mismo lugar, para que realizaran la transferencia de dos de nuestros tres embriones. 

El día de la transferencia os lo contaré en la siguiente entrada.... 

Mientras tanto, gracias por seguir ahí. 

domingo, 7 de junio de 2015

A por la segunda estimulación. Tercer intento. Marzo de 2014.

En marzo de 2014, comenzamos con el siguiente tratamiento. Como las doctoras nos habían dicho que los dos negativos anteriores probablemente habían sido cuestión de mala suerte, el protocolo fue más o menos el mismo. Lo único que variaba era la dosis de puregón diaria y que en esta ocasión también me administraría procrin. Otra inyección más para guardar en la nevera junto a la mostaza y el limón cortado. 

Antes de comenzar el ciclo, tras el segundo negativo, consultamos a la doctora de turno que si no se podían hacer más pruebas adicionales, y ella muy amablemente nos comentó que esto se basa en estadísticas y que hasta el tercer negativo consecutivo no se considera que puede haber fallos de implantación, así que, no se hace ninguna prueba más. 

Las estadísticas dicen que en el primer intento, tienes entre un 20 y un 30% de posibilidades de conseguir embarazo. En el segundo intento, por acumulación, el porcentaje puede aumentar hasta un 60 o 70% y en el tercer intento las posibilidades pueden llegar hasta un 95-98%. Así, tal cual, nos lo explicó la doctora, así que comenzamos el siguiente ciclo, el que daría lugar a nuestra segunda transferencia, con ilusión, ésta sería la buena. Muy mal se tenía que dar la cosa para que formáramos parte de ese 2% que no lo consigue en tres transferencias seguidas. 

Comenzamos pues, con las inyecciones pertinentes, cada noche, a la misma hora, como en los ciclos anteriores. Siempre en el mismo lugar, el mismo ritual. Ya lo habíamos convertido en una rutina, nos estábamos acostumbrando al dolor, físico y psicológico, que duele mucho más que el físico. En más de una ocasión, nos tuvimos que ir corriendo de alguna cena con amigos, para llegar a casa a tiempo para poner la maldita inyección. En otras ocasiones, con algún amigo que sabía la historia, directamente llegábamos, metíamos la inyección en su nevera, y llegada la hora, el doctor papiguerrero me ponía la inyección para no perder nuestra vida social. Nos negábamos a que ésto ocurriese. 

Ya empezaba a hacer mella el dolor de los negativos. Incluso en algún momento tuve la tentación de no acudir a alguna reunión de amigos porque no quería someterme a los interrogatorios de los demás, interrogatorios que solían hacerme con sus bebés en brazos. 

Recuerdo que en una celebración de una boda, después del segundo negativo, alguien me preguntó "cómo iba lo nuestro". Le respondí que no iba muy bien y que no queríamos hablar del tema, que estábamos de fiesta, intentando pasarlo bien y olvidarnos de todo por un día. Ya no tuvo más conversación conmigo en toda la comida. Y a los cinco minutos, veo que esas mismas personas están preguntando por lo mismo a papiguerrero. Me pareció una falta de respeto, simplemente por el ansia de saber más que el de al lado, por morbo, o por yo que sé. Y más sabiendo que somos unas personas que no hemos ocultado nada y que cuando necesitamos contarlo, lo contamos. 

Así pasaron los días, entre inyecciones, paseos a la clínica para comprobar el tamaño de los múltiples folículos, análisis para controlar el estradiol. Como ya éramos veteranos, yo desde el primer día de inyecciones intentaba tomar mínimo un litro de aquarius, para evitar el síndrome de hiperestimulación, y que en esta ocasión me pudieran hacer la transferencia en fresco, ya que podría ser uno de los motivos por los que perdieron calidad los cuatro embriones anteriores. 

A tres días de la punción, al llegar del trabajo, comienzo a sentir un dolor abdominal muy fuerte. Como de regla, pero multiplicado por diez. (Y eso que mis reglas eran muy dolorosas). No podía estar tumbada, ni de pie, ni sentada. Todo me dolía. Apenas podía andar. Recuerdo que intenté dormir la siesta y no pude. Estaba en casa de mis padres y me fui a mi casa para poder descansar mejor. Llamé a la clínica, les conté lo que me pasaba, que llevaba como 12 días de inyecciones, y con un paracetamol no se me había pasado el dolor. Me dijeron que fuera urgentemente a la clínica si tenía a alguien que me pudiera llevar. 
Llamé a papiguerrero, que salió un poco antes del trabajo y en cuanto llegó, nos fuimos corriendo a la clínica, un poco asustados porque no sabía qué me pasaba. Enseguida me atendieron. Una doctora que no conocíamos me hizo una ecografía. Pensaban que tenía líquido y que eso era lo que me provocaba el dolor, pero nos dijo que no, que todo estaba bien, solo que los ovarios estaban muy grandes, con muchos folículos (habría como unos 20 en cada ovario) y eso me provocaba las molestias. Me recetó ibuprofeno y para casa. 
Pasada una hora, ya se había calmado el dolor un poco, aunque pasé una tarde malísima. Al día siguiente, a trabajar como si nada. 

Pasadas las dos semanas de estimulación, día arriba, día abajo, me programan la punción. Sería para el día 23 de marzo. Nos informan que en esta ocasión harán IMSI y MACS, así que solo nos quedaba esperar el día. Estábamos felices. Había conseguido llegar sin hiperestimulación y no sería necesario vitrificar los embriones, asi que la inyección de ovitrelle que teníamos guardada en la nevera desde la primera estimulación, que no usamos en su momento, no se si afortunada o desafortunadamente, la ibamos a usar ahora. 

Y con todo el protocolo de inyecciones cumplido, conseguimos llegar al día 23 de marzo, día de la punción, que os contaré en otra entrada. 

martes, 19 de mayo de 2015

Segunda beta negativa. Febrero 2014.

Llegó el día de la beta. Como la primera vez, me hice una prueba el día anterior en casa, para no estar esperando la noticia en el trabajo durante horas, sin ser capaz de pensar en nada más. La betaespera fue algo distinta. Así como en la primera ambos nos comportábamos como si estuviera embarazada de nuestros dos embriones, en esta ocasión, decidimos que era ridículo hablar a los embriones como si siguieran conmigo, porque igual ya no estaban. Y como la vez anterior no había salido bien y somos tan supersticiosos para estas cosas, pues esta vez, nos comportaríamos de distinta forma. 

Esperé a papiguerrero y juntos nos hicimos la prueba. Esperamos un tiempo prudencial y como ya no éramos novatos, enseguida supimos que volvía a ser negativo. Esta vez, no sé por qué pero tenía menos esperanzas que la primera de que el test casero hubiera fallado. Aún así, siempre te agarras a esos comentarios de los foros donde muchas chicas cuentan que les dio negativo en el test de orina casero y el de sangre más tarde fue positivo. 

Nos fuimos a trabajar el día 5 de febrero y yo acudí a mi hora a la clínica a hacerme el análisis. La enfermera me volvió a preguntar si había tenido algún síntoma o sangrado, a lo que yo respondí que nada distinto de los síntomas de la progesterona. Me volvió a dar el informe de la transferencia con la foto de los embriones, y vuelta al trabajo a esperar la llamada que cambiaría nuestra vida o nos pondría alguna piedra más en el camino. 

El disgusto ya nos lo habíamos llevado el día anterior, pero aún así, seguíamos con esperanza, hasta que a última hora de la mañana, recibo la llamada. Nos comunican que no tienen buenas noticias. Ha sido negativo, así que nos dan cita para ver a la doctora y entre todos, decidir el siguiente paso a seguir. 

Ahora sí es definitivo, nuestras esperanzas se han esfumado. Otra vez negativo. Ya van dos, aunque en realidad son cuatro los embriones que no se han querido quedar con nosotros. Después de la llorera necesaria para cargar pilas, intentamos consolarnos mutuamente, pensando que los cuatro embriones provienen del mismo ciclo, que en el siguiente cambiarán cosas, ya sabemos como reacciona mi cuerpo. Haremos todo lo posible para que no tengan que vitrificar, por si ese ha sido el motivo del "fallo". En unos días, estaremos recuperados del golpe y seguiremos luchando. No nos rendiremos. 

Así, llegó el día de ver a la doctora y que nos explicara que había sucedido. Realmente, no nos aclaran nada. No hay respuesta a esa pregunta o más bien es la misma que tras el primer negativo. Cuestión de suerte, o en este caso, mala suerte. Por acumulación, nos informa que las posibilidades de embarazo en la tercera transferencia es del 90%, y no es hasta el tercer negativo cuando se considera que puede haber fallos de implantación o coagulación, así que nos aconsejan, si estamos de acuerdo, intentarlo una vez más. Pero esta vez nos harán IMSI y MACS, porque así elegirán los mejores gametos masculinos para fecundar. 

Por tanto, no esperaríamos más, en cuanto viniera la regla, volveríamos a empezar. En esta ocasión controlarían más la dosis de puregón para evitar la hiperestimulación y poder realizar la transferencia de embriones en fresco, que al parecer, tienen más posibilidades de sobrevivir. 

Y el 10 de marzo de 2014 comenzó nuestro segundo ciclo de FIV-IMSI y MACS, que daría lugar a nuestra tercera transferencia. 


miércoles, 13 de mayo de 2015

Segunda Transferencia de vitrificados. Enero 2014.

Terminaron las navidades, y aunque el final fue un poco triste, no nos rendíamos. Era nuestro primer intento y las estadísticas únicamente te dan un 20-30% de posibilidades de acertar en la primera ICSI. Así que, cargamos de nuevo las pilas. 

Volvimos a la clínica y nos reunimos con una de las doctoras que nos habían llevado el ciclo anterior. Nos gustaba ir siempre con la misma, en la medida de lo posible, pero por horarios en ocasiones no era posible. La doctora nos dijo que no nos preocupáramos, que podría haber sido únicamente cuestión de suerte y que hasta tres ICSI´s fallidas no se considera que haya más problemas, que debíamos continuar. 

En cuanto comenzó el nuevo ciclo, me dieron las pautas para volver a tomar la meriestra, que es la medicación que ayuda en ciclo sustituído a preparar el endometrio. Como en mi caso no existe ovulación, ni siquiera me dieron a elegir entre ciclo natural o sustituído. En el ciclo anterior, el primero que tomé meriestra, me sentó bastante mal, tanto, que recuerdo que no pudimos acudir a una de las comidas de Navidad con amigos, porque ese mismo día me levanté con una especie de cólico biliar. Un dolor horrible, vómitos y un mareo que hacía que para mí fuera una gymkana llegar de la cama al baño. 

Afortunadamente en el segundo ciclo mi cuerpo ya se había acostumbrado a este nuevo medicamento y aunque emocionalmente me afectaba incluso más que las inyecciones para la estimulación ovárica, por lo menos podía hacer vida normal. 

En este ciclo únicamente acudí una vez a revisión antes de la transferencia, para medir el grosor del endometrio y estimar el día adecuado para realizarla. Así que, el día 22 de enero me realizaron la segunda transferencia de embriones vitrificados. Los dos últimos que quedaban de los cuatros obtenidos de la primera punción. 

Como en el ciclo anterior, me llamó el embriólogo el día anterior de la transferencia para comunicarme que los dos esquimalitos habían desvitrificado bien y que les volverían a hacer hatching, como a los anteriores. Este día, como cualquier día de los que esperábamos llamada de los embriólogos, era angustioso. No nos informaron de la calidad de los embriones de la que nos enteraríamos al hacerme la beta. 

Como en cada ocasión, llamé a papiguerrero para informarle. Volvíamos a estar ilusionados. Ésta sería la buena, seguro.

Acudimos a la clínica en la mañana del 22 de enero, nerviosos, como la vez anterior. Ilusionados, al pensar que en dos semanas podría cambiarnos la vida para siempre o continuar con esta lucha que empezaba a hacer mella, pero aún sobrellevábamos. 

Como ya no éramos principiantes, el tema de llevar la vejiga llena lo controlé un poco mejor, pero tardaron tanto en atendernos que me volvió a pasar lo mismo. Empecé a agobiarme y ya no podía pensar en otra cosa, aunque no fue tan incómodo como la primera vez. 

Entramos en la habitación donde me realizarían la transferencia, viene la doctora a presentarse, una nueva que no conocíamos, y la embrióloga nos vuelve a enseñar un vídeo de los embriones. No nos dice la calidad. A mí me da que pensar, porque en los foros y distintos blogs siempre leía que a todas les decían la calidad de los embriones que obtenían, pero tampoco quería darle muchas vueltas al tema. 

Como en la transferencia anterior, papiguerrero tuvo su momento humorístico. Siempre le han incomodado los silencios, así que intenta en cualquier momento romper el hielo. En este caso, su frase en el momento de realizar la transferencia de embriones, momento en que la doctora y enfermera están concentradas en su trabajo, fue "Y pensar que hay gente que ésto lo consigue gratis". Nos echamos unas risas. La doctora nos miró alucinada por nuestro humor en estos momentos tan difíciles. A lo que yo respondí, "y ahora, yo tengo que estar 48h en reposo absoluto y hay quien se queda embarazada en el baño de una discoteca y sigue bailando toda la noche". Las chicas de la clínica, tanto la doctora como la enfermera se morían de la risa. 

Después de los 15 minutos de rigor, descansando en el silloncito, nos mandaron a casa, con las instrucciones de los próximos 15 días. Eran las mismas que en el ciclo anterior, ya nos las sabíamos. Y así, nos fuimos con nuestros embrioncitos a casa, a cuidarnos y esperar a que llegara el día de la beta, que sería el próximo 5 de febrero.

jueves, 30 de abril de 2015

Primer negativo. 31 de diciembre de 2013.

Nuestra primera betaespera, tras la transferencia del 17 de diciembre de 2013 la pasamos con ilusión. Sabíamos que podía ser negativo, pero no queríamos pensarlo más de la cuenta. Nuestra actitud era muy positiva. Papiguerrero me cuidaba entre algodones, como si ya estuviera embarazada de nuestros mellizos. Ya teníamos pensados los nombres, dos de niño y dos de niña, por si acaso. Así, se nos pasaron despacito esos 14 días desde la transferencia hasta llegar al día de la analítica. El día de nochevieja. 

Como ya dije en la entrada anterior, para no fastidiar las fiestas a las familias, les dijimos que me darían el resultado el día 2. Yo el día 31 no trabajaba pero papiguerrero sí, y por si el resultado no era el deseado, no quería recibir la noticia yo sola en casa. Por tanto, decidimos hacernos el día anterior un test casero, para ir con alguna idea a la analítica, aunque sabíamos que es más fiable el análisis de sangre que el test, puesto que era muy pronto aún. 

El día 30, no recuerdo si por la mañana o por la tarde, me hice el test. Era el primero que hacíamos en nuestra vida y no sabíamos muy bien como iba. El caso es que de repente se puso todo rosa, y pensábamos que era positivo, así que nos dio un subidón, pero al pasar unos segundos, solo quedó marcada la línea de verificación. Una sola línea. Por más que mirábamos, la segunda rayita no se tornaba rosa, así que desilusión por parte de los dos. 

Por una parte, pensábamos que era muy difícil acertar a la primera. Que esto de los tratamientos es un juego de prueba y error, y no se sabe cómo reaccionará el cuerpo a la medicación. 

A llorar un poquito y esperar la confirmación del negativo el día siguiente. Lo de llorar, para mí, era fundamental. Lo necesitaba, era una forma de descargar toda la rabia contenida que tenía dentro, toda la angustia que se acumuló durante la betaespera. Era la mejor forma, o la única forma que sabía para coger fuerzas de nuevo y afrontar con positivismo todas las piedras que nos íbamos encontrando en el camino. 

Tras el disgusto, el día 31 me fui a la clínica a hacerme el análisis. La enfermera me preguntó si tenía algún síntoma, a lo que le respondí que los habituales de la progesterona. (No quería que me engañara ni engañarme a mí misma). Los síntomas de la progesterona son los mismos que los del inicio del embarazo, así que no hay síntomas que valgan, aunque aún así, siempre buscamos alguno. 

Tras hacerme la analítica, la enfermera me entregó un sobre que contenía el informe de la transferencia, con una foto de cada uno de los embriones. Si es positivo, esto está muy bien, es muy bonito tener una primera foto del que va a ser tu bebé a 4 días de la fecundación, no todo el mundo tiene esta "suerte", pero cuando el resultado es negativo, no es tan bonito, incluso llegué a pensar que era ridículo, que deberían esperar a entregar la dichosa foto únicamente en caso de resultado positivo. 

En el informe se indicaba además que los embriones transferidos eran uno de calidad B y otro de calidad C, lo que nos decía que al desvitrificarse habían perdido algo de calidad. 

Al final de la mañana, a eso de las 13:45 más o menos, me llamaron para confirmarme que había sido negativo. Aunque ya lo sabíamos, nos quedaba algo de esperanza y pasamos una mañana de nervios y otro momento de desilusión al saber el resultado. Recuerdo que llamé a papiguerrero para confirmarle lo que ya sabíamos y me dijo, "ya voy para casa, no te preocupes". Supongo que él estaba tan desilusionado como yo, pero delante mío siempre demostró entereza y me apoyaba al máximo, siempre positivo. Como me dice siempre, " Si tu estás bien, yo estaré bien". ¿Cómo no le voy a querer? 

Pasamos una tarde regular, pero tocaba celebrar la nochevieja en mi casa, con mis padres, y ellos no sabían nada del tema. Intentamos disimular, aunque cuando nos tomamos las uvas, yo no pude contenerme y tuve que irme a la cocina, porque alguna lágrima se me escapó. Había imaginado muchas veces cómo sería ese momento, en caso de resultado positivo, anunciando a mis padres que serían abuelos por cuarta vez. Ellos también sufrían con esto, y sería una gran noticia, pero no pudo ser. 

Tras las uvas, nos fuimos a casa, no teníamos muchas ganas de fiesta, y ni siquiera pasamos por casa de papiguerrero, como hicimos otros años, a felicitar la entrada del nuevo año a su familia. Ya les veríamos el día siguiente. 

Pasó año nuevo, celebrándolo con una comida en casa de papiguerrero, como he dicho, con sus hermanos, sus padres, las cuñadas. Pero la sobremesa no la alargamos mucho. 

Cuando llegué a casa, no aguanté más, llamé a mi madre, confirmé que ya habían terminado la celebración con mis hermanas y mis sobris y le dije el resultado del análisis. La pobre se disgustó, tenía mucha ilusión, y además, me comentó que pensaban que papiguerrero y yo habíamos discutido, porque el día de nochevieja estábamos muy serios y no es habitual en nosotros. Estaban preocupados. Aclarada la situación, pasamos el duelo de la mejor forma posible y volvimos a coger cita para ver a nuestra doctora, para que nos explicara cual era el siguiente paso. 

Nos habíamos caído una vez, pero tocaba levantarse y seguir con la lucha por lo que más queríamos. 

Seguiríamos con más fuerza y lo más importante es que papiguerrero y yo estábamos más unidos que nunca.