jueves, 30 de abril de 2015

Primer negativo. 31 de diciembre de 2013.

Nuestra primera betaespera, tras la transferencia del 17 de diciembre de 2013 la pasamos con ilusión. Sabíamos que podía ser negativo, pero no queríamos pensarlo más de la cuenta. Nuestra actitud era muy positiva. Papiguerrero me cuidaba entre algodones, como si ya estuviera embarazada de nuestros mellizos. Ya teníamos pensados los nombres, dos de niño y dos de niña, por si acaso. Así, se nos pasaron despacito esos 14 días desde la transferencia hasta llegar al día de la analítica. El día de nochevieja. 

Como ya dije en la entrada anterior, para no fastidiar las fiestas a las familias, les dijimos que me darían el resultado el día 2. Yo el día 31 no trabajaba pero papiguerrero sí, y por si el resultado no era el deseado, no quería recibir la noticia yo sola en casa. Por tanto, decidimos hacernos el día anterior un test casero, para ir con alguna idea a la analítica, aunque sabíamos que es más fiable el análisis de sangre que el test, puesto que era muy pronto aún. 

El día 30, no recuerdo si por la mañana o por la tarde, me hice el test. Era el primero que hacíamos en nuestra vida y no sabíamos muy bien como iba. El caso es que de repente se puso todo rosa, y pensábamos que era positivo, así que nos dio un subidón, pero al pasar unos segundos, solo quedó marcada la línea de verificación. Una sola línea. Por más que mirábamos, la segunda rayita no se tornaba rosa, así que desilusión por parte de los dos. 

Por una parte, pensábamos que era muy difícil acertar a la primera. Que esto de los tratamientos es un juego de prueba y error, y no se sabe cómo reaccionará el cuerpo a la medicación. 

A llorar un poquito y esperar la confirmación del negativo el día siguiente. Lo de llorar, para mí, era fundamental. Lo necesitaba, era una forma de descargar toda la rabia contenida que tenía dentro, toda la angustia que se acumuló durante la betaespera. Era la mejor forma, o la única forma que sabía para coger fuerzas de nuevo y afrontar con positivismo todas las piedras que nos íbamos encontrando en el camino. 

Tras el disgusto, el día 31 me fui a la clínica a hacerme el análisis. La enfermera me preguntó si tenía algún síntoma, a lo que le respondí que los habituales de la progesterona. (No quería que me engañara ni engañarme a mí misma). Los síntomas de la progesterona son los mismos que los del inicio del embarazo, así que no hay síntomas que valgan, aunque aún así, siempre buscamos alguno. 

Tras hacerme la analítica, la enfermera me entregó un sobre que contenía el informe de la transferencia, con una foto de cada uno de los embriones. Si es positivo, esto está muy bien, es muy bonito tener una primera foto del que va a ser tu bebé a 4 días de la fecundación, no todo el mundo tiene esta "suerte", pero cuando el resultado es negativo, no es tan bonito, incluso llegué a pensar que era ridículo, que deberían esperar a entregar la dichosa foto únicamente en caso de resultado positivo. 

En el informe se indicaba además que los embriones transferidos eran uno de calidad B y otro de calidad C, lo que nos decía que al desvitrificarse habían perdido algo de calidad. 

Al final de la mañana, a eso de las 13:45 más o menos, me llamaron para confirmarme que había sido negativo. Aunque ya lo sabíamos, nos quedaba algo de esperanza y pasamos una mañana de nervios y otro momento de desilusión al saber el resultado. Recuerdo que llamé a papiguerrero para confirmarle lo que ya sabíamos y me dijo, "ya voy para casa, no te preocupes". Supongo que él estaba tan desilusionado como yo, pero delante mío siempre demostró entereza y me apoyaba al máximo, siempre positivo. Como me dice siempre, " Si tu estás bien, yo estaré bien". ¿Cómo no le voy a querer? 

Pasamos una tarde regular, pero tocaba celebrar la nochevieja en mi casa, con mis padres, y ellos no sabían nada del tema. Intentamos disimular, aunque cuando nos tomamos las uvas, yo no pude contenerme y tuve que irme a la cocina, porque alguna lágrima se me escapó. Había imaginado muchas veces cómo sería ese momento, en caso de resultado positivo, anunciando a mis padres que serían abuelos por cuarta vez. Ellos también sufrían con esto, y sería una gran noticia, pero no pudo ser. 

Tras las uvas, nos fuimos a casa, no teníamos muchas ganas de fiesta, y ni siquiera pasamos por casa de papiguerrero, como hicimos otros años, a felicitar la entrada del nuevo año a su familia. Ya les veríamos el día siguiente. 

Pasó año nuevo, celebrándolo con una comida en casa de papiguerrero, como he dicho, con sus hermanos, sus padres, las cuñadas. Pero la sobremesa no la alargamos mucho. 

Cuando llegué a casa, no aguanté más, llamé a mi madre, confirmé que ya habían terminado la celebración con mis hermanas y mis sobris y le dije el resultado del análisis. La pobre se disgustó, tenía mucha ilusión, y además, me comentó que pensaban que papiguerrero y yo habíamos discutido, porque el día de nochevieja estábamos muy serios y no es habitual en nosotros. Estaban preocupados. Aclarada la situación, pasamos el duelo de la mejor forma posible y volvimos a coger cita para ver a nuestra doctora, para que nos explicara cual era el siguiente paso. 

Nos habíamos caído una vez, pero tocaba levantarse y seguir con la lucha por lo que más queríamos. 

Seguiríamos con más fuerza y lo más importante es que papiguerrero y yo estábamos más unidos que nunca. 

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