Suena el despertador. Son las 7
de la mañana. A las 8:30h tenemos que estar en el hospital. Yo llevo dando
vueltas desde las 5, sin poder dormir, con contracciones fuertes cada 10
minutos. El pequeño guerrero sigue durmiendo así que nos despedimos de él y
dejamos a los abuelos en casa.
En el camino íbamos nerviosos
pero mucho mejor que en el primer parto. Era programado, el nene estaba en
buenas manos, yo no me había pinchado la heparina para poder ponerme la
epidural cuando quisiera y sin riesgos añadidos y además ya tenía contracciones
constantes así que parecía que avanzaba favorablemente.
Llegamos al hospital, nos cogen
los datos, me exploran y me monitorizan. Parece que el parto ha comenzado, las
contracciones siguen su curso así que directamente a paritorio.
Enseguida pregunté cuando podía
ponerme la epidural. Había dilatado 4 cm y tenía contracciones seguidas aunque
soportables. Me dijeron que cuando yo quisiera así que desde ese mismo momento la
solicité. Ya había experimentado con el parto del pequeño guerrero lo que era
aguantar las contracciones sin epidural y tenía claro que no quería volver a
pasar por ello sin necesidad.
Me pusieron la epidural, poco a
poco y mi cuerpo reaccionó con un desmayo y vómitos que hicieron tener que
cambiarme las sábanas, el camisón incluso el uniforme de algunos de los
enfermeros que había en la sala en ese momento, pero pasado el susto y una vez
la situación estaba controlada, ya con la epidural todo fue más relajado. Como
el parto anterior fue muy largo y duro, éste nos estaba pareciendo un paseo.
Pronto se hicieron las 17:30h. Vino el matrón, un chico muy amable que me trató
fenomenal durante todo el proceso. Me pidió que empujara y rápidamente me dijo
que dejara de empujar, que la nena ya estaba aquí y tenían que avisar a
neonatos primero.
Cuando ya estaba en el paritorio
todo el personal necesario para asistir el parto, empujé una sola vez y sin
más, la pequeña princesita fue impulsándose con sus piececitos y saliendo sola.
Papi guerrero y yo disfrutamos al máximo el parto que no pudimos disfrutar con
el pequeño guerrero. Todo estaba saliendo bien, yo no tenía dolores. El susto
del desmayo al poner la epidural ya había pasado y la nena estaba avanzando sola
en su camino. Pasaba por allí una matrona que fue a hacer una consulta y su
comentario fue: ”Qué parto tan bonito,¿
te importa que me quede a verlo??” Y sin hacer ningún esfuerzo y sin ayuda de
nadie, la pequeña princesita, como una culebrilla llegó a este mundo para
hacernos más felices si cabe, con sus 4.165g y sus 52cm. Ahí nos dejó claro lo
que meses después hemos ido descubriendo. Su predisposición ante la vida. Su “ no, yo sola, no, yo, yo, yo…. “
Empezaba una nueva aventura para
nosotros, con dos bebés en casa, pero esto lo contaré en la siguiente entrada.