jueves, 24 de agosto de 2017

Camino al hospital. !0 de Agosto de 2017

Llegó el lunes 10 de agosto, ya había pasado un día de la fecha prevista de parto, y en nuestro caso, sabíamos que era una fecha exacta, no orientativa. Es la ventaja que tenemos al ser in vitro. Papiguerrero no se había cogido vacaciones para poder ampliar el permiso de paternidad unas semanas más cuando naciera el pequeño guerrero, así que estaba deseando doblemente que llegara.
En pleno agosto, con altas temperaturas y embarazada de 40 semanas, los días se me hacían cada vez más largos, así que cuando llegó papiguerrero de trabajar le comenté que el paseo de ese día iba a ser largo, necesitaba que el bebé se animara a salir. Así que, como teníamos que hacer unas compras nos fuimos al centro comercial más cercano, aprovechando el aire acondicionado, recuerdo que papiguerrero se cortó el pelo. Decía que quería estar guapo para la llegada de su primogénito. Estuvimos danzando toda la tarde de aquí para allá, y cuando bajó el sol, nos fuimos a pasear. Yo siempre iba equipada con mis zapatillas y mi botella de agua y teníamos que hacer descansos cada poco. Nos sentábamos en un banco un ratito y a seguir caminando. Después de toda la tarde nos dimos un paseo de más de una hora. Mientras, íbamos hablando de lo mal que nos venía ponerme de parto esa noche, porque estábamos muy cansados.
Llegamos a casa, y como hacía mucho calor nos metimos en la ducha. Mientras se duchaba papiguerrero preparé cena. Recuerdo que decidimos tomar un pan tumaca. Sí, podía comer jamón y tenía antojo. Así que me puse a cortar unas rodajas de tomate y poner la mesa. El jamón se lo dejé a papiguerrero para que lo cortase él.
Cuando me tocó mi turno, me metí en la ducha, con agua fresquita para refrescarme un poco. El calor era insoportable y cuando salí de la ducha, mientras me secaba, rompí la bolsa. Qué nervios!!! Avisé a papiguerrero, nos teníamos que ir al hospital.
Papiguerrero se puso nerviosillo, cogimos las cosas, que las teníamos preparadas desde hacía un par de semanas, recogimos la mesa, que ya teníamos preparada para cenar, y aunque quise cenar algo rápido, los nervios no me dejaron, así que partimos hacia el hospital. Por fin había llegado el momento.
El hospital está a 10 minutos en coche desde nuestra casa, asi que el camino no se nos hizo muy largo. Llegamos a urgencias sobre las 22:30h, dimos los datos y a esperar. Enseguida nos llamaron, me tomaron la tensión, me hicieron unas preguntas básicas y nos acompañaron hasta la zona de monitores. Estuve una hora en monitores y no había muchas contracciones aunque empezaban a ser fuertes, y apenas estaba dilatada, pero lo que estaba claro era que de allí nos íbamos con nuestro bebé en brazos, si todo salía bien.
Nos subieron a una habitación, para que estuviera tranquila y llevara mejor las contracciones. Me trajeron unas medias de compresión. Recuerdo que la enfermera que nos atendió no sabía ponérmelas y le pedí que me dejara ponérmelas yo sola. No tardé nada, estaba acostumbrada, llevaba todo el embarazo poniéndome las malditas medias. La enfermera alució con mi destreza y me dio las gracias por enseñarle el truco para ponerlas más fácil, que no era otro que empezar con ellas del revés, e irles dando la vuelta mientras subían.

Empezaron las contracciones fuertes y aquí nuestra odisea para conocer a nuestro guerrero luchador, pero continuaré contando el parto en la siguiente entrada. 

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