Llegó el lunes 10 de agosto, ya
había pasado un día de la fecha prevista de parto, y en nuestro caso, sabíamos
que era una fecha exacta, no orientativa. Es la ventaja que tenemos al ser in
vitro. Papiguerrero no se había cogido vacaciones para poder ampliar el permiso
de paternidad unas semanas más cuando naciera el pequeño guerrero, así que
estaba deseando doblemente que llegara.
En pleno agosto, con altas
temperaturas y embarazada de 40 semanas, los días se me hacían cada vez más
largos, así que cuando llegó papiguerrero de trabajar le comenté que el paseo
de ese día iba a ser largo, necesitaba que el bebé se animara a salir. Así que,
como teníamos que hacer unas compras nos fuimos al centro comercial más cercano,
aprovechando el aire acondicionado, recuerdo que papiguerrero se cortó el pelo.
Decía que quería estar guapo para la llegada de su primogénito. Estuvimos
danzando toda la tarde de aquí para allá, y cuando bajó el sol, nos fuimos a
pasear. Yo siempre iba equipada con mis zapatillas y mi botella de agua y
teníamos que hacer descansos cada poco. Nos sentábamos en un banco un ratito y
a seguir caminando. Después de toda la tarde nos dimos un paseo de más de una
hora. Mientras, íbamos hablando de lo mal que nos venía ponerme de parto esa
noche, porque estábamos muy cansados.
Llegamos a casa, y como hacía
mucho calor nos metimos en la ducha. Mientras se duchaba papiguerrero preparé
cena. Recuerdo que decidimos tomar un pan tumaca. Sí, podía comer jamón y tenía
antojo. Así que me puse a cortar unas rodajas de tomate y poner la mesa. El
jamón se lo dejé a papiguerrero para que lo cortase él.
Cuando me tocó mi turno, me metí
en la ducha, con agua fresquita para refrescarme un poco. El calor era
insoportable y cuando salí de la ducha, mientras me secaba, rompí la bolsa. Qué
nervios!!! Avisé a papiguerrero, nos teníamos que ir al hospital.
Papiguerrero se puso nerviosillo,
cogimos las cosas, que las teníamos preparadas desde hacía un par de semanas,
recogimos la mesa, que ya teníamos preparada para cenar, y aunque quise cenar
algo rápido, los nervios no me dejaron, así que partimos hacia el hospital. Por
fin había llegado el momento.
El hospital está a 10 minutos en
coche desde nuestra casa, asi que el camino no se nos hizo muy largo. Llegamos
a urgencias sobre las 22:30h, dimos los datos y a esperar. Enseguida nos
llamaron, me tomaron la tensión, me hicieron unas preguntas básicas y nos
acompañaron hasta la zona de monitores. Estuve una hora en monitores y no había
muchas contracciones aunque empezaban a ser fuertes, y apenas estaba dilatada,
pero lo que estaba claro era que de allí nos íbamos con nuestro bebé en brazos,
si todo salía bien.
Nos subieron a una habitación,
para que estuviera tranquila y llevara mejor las contracciones. Me trajeron
unas medias de compresión. Recuerdo que la enfermera que nos atendió no sabía
ponérmelas y le pedí que me dejara ponérmelas yo sola. No tardé nada, estaba
acostumbrada, llevaba todo el embarazo poniéndome las malditas medias. La
enfermera alució con mi destreza y me dio las gracias por enseñarle el truco
para ponerlas más fácil, que no era otro que empezar con ellas del revés, e
irles dando la vuelta mientras subían.
Empezaron las contracciones
fuertes y aquí nuestra odisea para conocer a nuestro guerrero luchador, pero
continuaré contando el parto en la siguiente entrada.
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