En primer lugar quisiera pedir
disculpas porque sé que tengo abandonado el blog. El día a día no me deja mucho
tiempo para escribir aunque no por falta de ganas. Hoy he decidido contaros
como ha cambiado nuestra vida desde que el pequeño guerrero y la princesa
llegaron a nuestra vida.
Aunque parece que fue ayer, ha
pasado mucho tiempo desde aquel ansiado positivo. Tanto que en menos de tres
semanas mis guerreros cumplirán 3 y 4 años. Sí, la princesita va a entrar en el
cole de mayores, como dicen ellos y mi pequeño guerrero ya es un mayor de
cuatro años, como él muy bien expresa.
Y qué deciros de estos dos
bichillos que han puesto nuestra vida patas arriba. Que nos absorben la
energía, como dice papiguerrero pero es lo más maravilloso que nos ha pasado.
El pequeño guerrero luchador es
eso, un luchador nato. Ya nos lo demostró el mismo día de la transferencia en
aquella clínica de Champions y nos lo sigue demostrando cada día. El día que
nació, llegando a este mundo en el descuento. Día a día, viendo como se hace
grande y como se expresa. Como expresa sus sentimientos diciendo te quiero
hasta la ciudad de Pocoyó! Que eso debe ser mucho, o hasta el Sistema Solar!!!
Su alergia al huevo le ha hecho muy responsable. Sí, mi niño de cuatro años es
responsable con su alergia, diciendo a las profes lo que puede o no puede comer
y preguntando en cada momento si eso tiene o no tiene huevo. Eso me da
tranquilidad. El pequeño guerrero nos ha enseñado lo que es sentir en cada
momento. La palabra que mejor le define es “intensidad”. Para lo bueno y para
lo malo. Es intenso para disfrutar e intenso para sufrir. Para bien o para mal,
el pequeño guerrero no deja indiferente a nadie allá donde va. Mi pequeño
guerrero, un niño excelente con las emociones a flor de piel, una memoria de
elefante, una imaginación que no tiene límites, tanto que en alguna ocasión ha
creído poder volar como los personajes de los dibujos, sufriendo un gran golpe,
rompiéndose el frenillo.
En estos cuatro años, hemos
pasado de todo, días malos y días buenos. Ha tenido que pasar por el quirófano
una vez, para una intervención sin importancia y se ha portado como un
auténtico guerrero. Como dice él, “me han puesto unos chips de superhéroe para
correr y saltar mucho mejor”.
Nos queda mucho por aprender con
el pequeño guerrero, porque creemos que somos nosotros los que enseñamos a
nuestros hijos pero en realidad son ellos los que nos aportan cada día algo
nuevo que aprender.
Ahora le toca a mi princesa
guerrera. Sí, también le voy a poner el adjetivo guerrera pero además de por
luchadora por bichillo. Como les llama la abuela, la tropa guerrera.
Predisposición absoluta. Su frase favorita es “No, yo sola”. Yo sola me cambio,
yo sola me pongo las zapas, yo sola como, yo sola recojo la mesa, yo sola saco
punta a las pinturas, yo sola, yo yo yo.
Como dice su profe, es muy movida
y yo pienso que es una definición suave, porque no es capaz de estar más de 5
minutos haciendo la misma cosa. Bueno, voy a rectificar, porque hemos
descubierto que le encanta cortar papelitos con tijeras. Se puede tirar una
hora cortando papelitos. Le encanta jugar a ser mayor. Disfruta aprendiendo de
su hermano. Si el pequeño guerrero está aprendiendo a escribir su nombre, pues
ella también quiere aprender. Si el pequeño guerrero nada sin tablilla, ella
tampoco quiere tablilla. Es su maestro ante la vida.
La princesa guerrera es muy
observadora, todo lo capta, no habla tanto como su hermano pero en cualquier
momento te sorprende diciéndote algo que tú crees que no sería capaz como
“mamá, solo te doy el abrazo porque los besos ya se me han acabado”.
Los primeros seis meses fueron
una bendición. No lloraba, no se quejaba. Dormía relativamente bien, podíamos
ir a cualquier sitio con ella que se adaptaba a todo. Vamos, todo lo contrario
que el pequeño guerrero. La vida nos quiso compensar todo el sufrimiento del
embarazo, parto y primeros meses del pequeño guerrero con nuestra princesa.
Siempre decimos que ella se dio cuenta del lío que había en casa con dos bebés
y prefirió echarnos una mano. Supervivencia pura. Cuando empezó a conocer
mundo, salió el nervio que tenía dentro. Ese genio y decisión herencia de su
madre se hace notar en cada acto. Como le dice papiguerrero “Llegarás a
presidenta del gobierno si te lo propones, o a la luna, lo que tú quieras”.
Lo que más le divierte es jugar
con su hermano o chincharle, trastear y sobre todo ayudar a papá y a mamá con
las tareas. Como os he contado ya, predisposición absoluta ante la vida.
Con ella hemos vivido muchas
cosas durante estos tres años. Afortunadamente no hemos tenido que visitar
mucho al médico pero sí tuvimos un sustillo que nos puso a prueba a toda la
familia. Tuvo una convulsión febril el pasado mes de abril, con dos años y ocho
meses. Se quedó sin respiración y sin pulso durante aproximadamente 3 minutos,
por una subida rápida de temperatura. Papiguerrero le practicó la RCP y con
ayuda del 112, que estaba al teléfono pudimos reanimarla y todo quedó en el
susto más grande de nuestras vidas. Ahí nos volvió a demostrar lo fuerte y autónoma
que es. Y su hermano la cuidó como su gran protector que es.
Y qué decir de la pareja
guerrero-princesa. Siempre juntos, siempre apoyándose. Si la princesa lo pasa
mal los primeros días en la escuela infantil, ahí está su hermano para consolarla
y darle un abrazo. Si la princesa quiere una galleta, no te olvides de darle
dos, porque una es para su hermano. Siempre acordándose el uno del otro.
Aburridos si les falta su otra mitad. Apoyándose en las clases de natación que
imparten juntos. Si uno no se atreve a hacer algo, tiene el apoyo incondicional
del otro y consigue hacerlo. Defendiéndose en el parque si uno tiene algún
problema. También se pelean, claro está pero da gusto verles divertirse juntos.
En unas semanas es su cumpleaños
y lo celebraremos como dice el pequeño guerrero, con toda la familia, pero esto
os lo contaré en otra entrada. Hasta entonces, gracias por seguir ahí.
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