Creo
que es momento de retomar la historia de cómo llegamos a conocer a nuestro
pequeño guerrero luchador, porque aunque creíamos que al conseguir el embarazo
ya estaba todo hecho, no fue un camino fácil.
Como
conté en entradas anteriores, en la semana 8 de embarazo me detectaron un
hematoma muy grande, más que el saco del embrión. De hecho, el gine, al hacerme
la eco pensaba que eran mellizos. Nos dijo que no nos hiciéramos ilusiones, y
que, como íbamos ese mismo día a la clínica privada donde hicimos el
tratamiento, hiciéramos todo lo que nos mandaran al pie de la letra. Así que
salimos de allí hechos polvo, nos fuimos a la clínica y allí lo confirmaron.
Tendría que estar en reposo absoluto hasta que se reabsorbiera el hematoma, si
es que lo conseguíamos. Me confirmaron que el embrión tenía latido pero había
que ser precavidos.
Nos
fuimos a casa, y directa a la cama. Quizá apareció un sentimiento de culpa.
Puede que hubiese hecho algo que hizo que se produjera el hematoma, pero no era
momento para pensar el motivo, sino para mandar todas nuestras fuerzas a ese
pequeño guerrero y ayudarle a luchar.
Llegó
el día de nochevieja, y despedimos el año desde el sofá, sin mucha fiesta,
pidiendo al nuevo año que nuestro guerrero se quedara con nosotros. Podría ser
el mejor año de nuestra vida o podría ser otra decepción más.
Tuvimos
que ir a revisiones cada semana, con un nudo en la garganta, hasta que
confirmábamos que el hematoma estaba remitiendo. Parecía que lo estábamos
consiguiendo y así, hasta la semana 13 que confirmamos que todo había pasado y
que nuestro pequeño guerrero era fuerte como una roca y se había aferrado a su
mamá. (Esto lo hemos comprobado con el tiempo, es un guerrero en toda regla).
Por
fin, en la semana 13 pudimos dar la noticia. La familia ya lo sabía, pero había
mucha gente que estaba deseando escucharnos dar una noticia tan buena. Una
alegría común.
Y
comenzamos a hacer las revisiones en la clínica con nuestro ginecólogo experto
en patologías. Y nos hicimos también el análisis cromosómico, ya que aún nos
perseguía el fantasma de la clínica anterior diciendo que nuestros embriones
tenían anomalías y no podrían llegar al final del embarazo, pero esto lo
contaré en la siguiente entrada.
Mientras
tanto, gracias por seguir ahí.
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